La prensa recoge hoy la resaca producida por la
encuesta del CIS del mes julio en la que se mostraba –a pesar de las muy
cocinadas consultas del Centro de Investigaciones Sociológicas, dependiente de
Presidencia del Gobierno- el imparable ascenso de Podemos y la bajada
espectacular de PP y PSOE que, ni juntos, superan el 51% en intención de voto.
Tampoco partidos como IU o UPyD, que bajan substancialmente, parecen
entusiasmar a un electorado que está cansado del clima de corrupción,
injusticias, impunidad y latrocinios que protagoniza la vida política desde
hace décadas, pero, sobre todo, desde que estalló una crisis creada por los que
están consiguiendo beneficios de ella, en tanto el pueblo sufre, cada vez con
mas intensidad, el empobrecimiento y la pérdida de derechos.
Las noticias, que llegan con distinta fuerza a
según qué ciudadanos, dan cuenta de verdaderos desafueros perpetrados por una
casta dirigente que parece no tener más objetivo que su propio enriquecimiento.
Así las cosas los ciudadanos empiezan a dar la espalda a los partidos
tradicionales, y miran con esperanza a Podemos, cuyo programa presenta
alternativas plausibles a un estado de cosas insoportable.
La lista de abusos es larga: las empresas energéticas,
nacionalizadas por los gobiernos de González y Aznar, representan uno de los
sectores en el que más evidente se ve la connivencia deshonesta entre políticos
y empresas privatizadas que no hacen sino empobrecer, e incluso llevar a la
muerte a las víctimas de la pobreza energética, en tanto sus directivos se
forran descaradamente a cuenta del llamado ‘déficit tarifario’ que no parece
sino pensado para chupar la sangre de los usuarios mientras engorda las cuentas
de los miembros de sus consejos de administración, de los que forman parte dos
expresidentes del Gobierno; Felipe González y José María Aznar, y no pocos exministros
de ambos y de los gobiernos de Zapatero que, de momento, no ha pasado por la
puerta giratoria de la política a los Consejos de Administración.
Desde que comenzó la crisis las empresas energéticas
reparten cientos de millones entre sus consejeros. Así los miembros de los consejos de administración de las tres mayores
eléctricas españolas (Iberdrola, Endesa y Gas Natural-Fenosa) percibieron una
retribución global de 180,655
millones de euros desde que comenzó la crisis en 2008, hasta 2012 y
otros 426.000 el pasado año. Eso, aunque algunas de ellas estén en pérdidas, y
a las que el Gobierno de Raxoi autorizará, para el segundo semestre de 2014, una
subida del 18% a causa de un déficit tarifario que no es sino una monumental
estafa. Al tiempo el Gobierno acaba con las energías renovables para seguir
permitiendo las trampas de las subastas de tarifas y las maniobras con las
reservas hidrográficas para hacer subir el precio de la electricidad, que es la
más cara del mundo. Y, además, se niega rotundamente a cualquier sistema de
moratoria en el cobro de recibos por muy precaria que sea la situación de los
usuarios. Si alguien debe un recibo le cortan la luz, sin importar, incluso,
que necesiten de la energía para mantenerse vivos por medio de un respirador.
La Reforma
Laboral, aprobada por el PP, supuso la quiebra del contrato social existente
durante decenios para dar vía libre a las aspiraciones de un empresariado
explotador y esclavista, que tan solo busca un desaforado enriquecimiento a
costa de empobrecer al pueblo. La brecha social se ha convertido en una sima
desde que gobierna el PP, y las cúpulas empresariales hacen su agosto al
percibir 70% veces el importe del sueldo medio de sus empleados. Y por si no
fuese suficiente, esos mismos empresarios suelen defraudar al fisco, al igual
que muchos políticos, dejando exánime el erario, de forma que no se puede
atender las necesidades del país en Enseñanza, Sanidad, Dependencia y
Prestaciones sociales, porque los escasos ingresos, procedente de los
trabajadores, se utilizan para pagar la enorme deuda que el Gobierno asumió
rescatando bancos y cambiando a traición la Constitución para poner por delante
lo intereses de los especuladores alemanes a los de los ciudadanos españoles.
Los técnicos de
Hacienda denuncian que en la nueva Reforma Fiscal el Gobierno no contempla la
lucha contra el fraude. Decisión que no es de extrañar si se atiende a la lista
de defraudadores que hace unos meses publicaba el New York Times, en la que se
incluían a personajes tan conocidos como Emilio Botín y su familia, junto con nombres
de la vida política y empresarial como José María Aznar, Dolores Cospedal,
Rodrigo Rato, Narcís Serra, Eduardo Zaplana, Miguel Boyer, José Folgado, Carlos
Solchaga, Josep Piqué, Rafael Arias-Salgado, Pío Cabanillas, Isabel Tocino,
Jordi Sevilla, Josu Jon Imaz, José María Michavila, Juan Miguel Villar Mir,
Anna Birulés, Abel Matutes, Julián García Vargas, Ángel Acebes, Eduardo Serra y
Marcelino Oreja entre otros 569 políticos, empresarios o banqueros que se
llevan el dinero a paraísos fiscales sin declararlo, evitando así contribuir
con su dinero al mantenimiento de las arcas públicas.
El
enriquecimiento de algunos políticos que amasaron fortunas robando lo público,
ya fuera a través de comisiones por contratos concedidos a dedo, que encarecían
su volumen para así poder satisfacer las comisiones del 3% por ciento, como
acusó en su día Maragall a CiU –y seguramente se quedó corto- no fue un
problema solo de Catalunya y de los Pujol. El latrocinio ha sido generalizado
en lugares como el País Valencià, Galicia, Madrid, Murcia, Andalucía… Los casos
de fraudes a lo público, de tramas de políticos y empresarios se multiplican:
Gürtel, Bárcenas, Pokemon, Brugal, los ERES de Andalucía, Emarsa, y mil y un
casos más, ligados en infinidad de ocasiones a la trama del ladrillo y de la
especulación urbanística que, en muchas ocasiones, fueron la causa de la
quiebra de las Cajas de Ahorro, cuyos rescate hemos de pagar los ciudadanos, porque,
cuando la Sanidad, la Educación, el Sistema de Empleo o la Justicia y otros
servicios públicos son privatizados y cuestan el dinero a los ciudadanos, lo
único que sigue siendo público y cargándose a las espaldas del pueblo es la
Deuda, ilegítima en gran medida, que se obliga a costear con unos impuestos que
se detraen de las necesidades de la población.
Ante ese estado
de cosas, con la corrupción extendida por todo el país como un chapapote de indecencia
y latrocinio, el robo de derechos, que se vienen hurtando sistemáticamente
desde que comenzó la crisis, la inoperancia de unos políticos que parecen
trabajar únicamente en bien de la plutocracia y sus intereses privados, el
pueblo está harto de gestores públicos que se creen, más que designados por
pueblo para servirles, sátrapas dueños del dinero y las libertades de los
ciudadanos.
Con un panorama
así, y la inoperancia de unos partidos de oposición supeditados también a los
intereses de la banca, a la que deben ingentes cantidades de dinero que, con
frecuencia les son condonadas; una secta católica que se cree con derecho a
imponer sus dogmas como leyes, con la anuencia de partidos que jamás se
atrevieron a plantarle cara, un ejército que constituye otra casta corrupta que
castiga a quien se atreve a denunciar sus lacras, una prensa vendida a los
intereses financieros y una justicia en muchos casos podrida y supeditada a los
intereses y deseos de la extrema derecha y los corruptos, el país necesita un
cambio radical, un soplo de aire fresco que limpie toda la podredumbre que se
viene respirando desde que, aprobada la Constitución, se implantó un sistema de
castas y privilegios que, a pesar de invocarla constantemente, incumplen en
cuanto a derechos y libertades, y que necesita, como tantas otras
instituciones, una modernización urgentemente.
El bipartidismo
inoperante, la banca y las grandes empresas explotadoras, la corrupción y los
privilegios son lacras que han ido creciendo en los casi cuarenta años de falsa
transición, que no fue sino un cambio aparente para que todo siguiera igual que
en la dictadura. Y los ciudadanos, cansados de tanta mentira, tanto servilismo
capitalista y tanta injusticia, lógicamente ponen la mirada en un partido que
se compromete a cambiar una sociedad irrespirable e injusta, cuyos dirigentes
son gente preparada y comprometida que ofrecen un programa que, por mucho que
la caverna clame que es irrealizable, supondría el cambio imprescindible que
este país necesita para salir de la crisis y recuperar la dignidad para sus
ciudadanos.
Lo que no se
entiende es que algunos se sorprendan de que Podemos suba en intención de voto
y bajen dos partidos, el PP y el PSOE que, durante los últimos años, no
hicieron otra cosa que bajar la cerviz ante la banca y la oligarquía
empresarial, ya fuera autóctona o europea.
Gracias, RosMar, te agradezco mucho tu comentario, me sube la moral
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