miércoles, 5 de noviembre de 2014

Calla pueblo, calla: El Gobierno lleva más de año y medio pertrechando de material antidisturbio los cuarteles valencianos.



Según ha podido saber esta bloguera de fuentes próximas a militares de los cuarteles del País Valencià, el Ministerio de Defensa lleva más de año y medio dotando a cuarteles de la región militar de València de una ‘exagerada cantidad’ de material antidisturbio. La confirmación de ese hecho le llegaba a la autora de este artículo a propósito de la noticia publicada anoche por el digital ‘Público’ que informaba de que el ejército se entrena “para actuar como antidisturbios”. 

Según señala el digital: militares de un regimiento acorazado en València fueron instruidos durante dos semanas en ejercicios de “control de masas" sin que se les explicara por qué recibían esa formación. "Según los mandos, hay que estar preparados para todo, y más en los tiempos que corren" les dijeron. Sin embargo, y como ha podido saber este blog, la medida no es de  ahora, sino que estaba siendo preparada desde hace año y medio, con la compra de una cantidad de material que “supone un gasto que no se entiende en estos tiempos de crisis” según manifestaron fuentes propias. 

Desde el Ministerio de Defensa se pretexta que la razón del gasto y el entrenamiento se debe a que existen unidades que, dentro del marco de la OTAN o de la ONU, unidades militares españolas entrenan a cuerpos policiales de otros países.  No obstante, la realidad es que Defensa viene aumentando las unidades de Policía Militar, prácticamente desaparecida desde que se eliminó el servicio militar obligatorio, y está entrenando también a la UME –unidad creada por el Gobierno de Zapatero para que interviniese en catástrofes naturales o incendios- en tácticas propias de cuerpos policiales para mejorar su capacidad de intervención en revueltas civiles, ya que no se espera la participación de tropas españolas en misiones internacionales en un futuro próximo.

La medida, absolutamente ilegal e inconstitucional, supone una vuelta de tuerca a la obsesión represora de un Gobierno que actúa de facto como una dictadura militar que aprueba leyes como la Mordaza, que pretende impedir las movilizaciones ciudadanas y la capacidad de los medios de comunicación para informar de ellas. Hasta el extremo de que Amnistía Internacional, que desde que se conoció el borrador de la Ley Mordaza la está denunciando como una clara vulneración de los derechos ciudadanos, añade ahora que supondrá también una intolerable persecución de los periodistas, ya que la ley autoriza a la represión de los informadores por parte de las fuerzas de seguridad,  con violencia o a través de sanciones que pueden llegar hasta los treinta mil euros.  

No se puede dudar de que, a la vista de tales medidas, el Gobierno de Raxoi está decidido a implantar en el país una férrea represión muy similar a la que se padeció dictadura fascista de Franco, de la que el PP, además de admirador, es hijo putativo.

El conocimiento de esas medidas de represión brutal que planea el Gobierno de Raxoi, poniendo en manos de los militares el mantenimiento del orden público, no se sabe si responde al temor de que las fuerzas de seguridad asuman que son pueblo igual que los manifestantes y se nieguen a llevar a cabo las represoras medidas que quiere imponer el Ministerio del Interior, o si se está preparando, de cara a un más que posible triunfo de Podemos en las elecciones que le llevara a La Moncloa y que el PP estaría tramando frustrar a través de un Gobierno de coalición con el PSOE, y reprimir militarmente las protestas que generaría tal fraude democrático. 

Lo cierto es que resulta inquietante que un Gobierno supuestamente democrático pretenda hacer uso del ejército para evitar protestas ciudadanas, máxime cuando se trata de una medida que la UE se supone no ha de tolerar, dado que el organismo supranacional prohíbe terminantemente que cuerpos militares intervengan en asuntos de orden público. De hecho, cada año y desde que España entró en la UE, viene sancionando con multas millonarias a los sucesivos gobiernos de la pseudodemocracia a causa del mantenimiento de la Guardia Civil, porque se trata de un cuerpo de seguridad militarizado. 

Parafraseando una canción que el Gobierno de Adolfo Suárez utilizó, para la campaña del referéndum de la reforma política de 1976, una pegadiza canción del grupo Jarcha que todos los que éramos jóvenes entonces recordamos y que, aunque algunos no votásemos en una consulta que nos pareció una estafa democrática, como así ha confirmado el paso de los años, tatareamos con frecuencia. Su título y su estribillo repetían machaconamente: Habla pueblo, habla. Ahora el PP pretende imponer un ‘calla pueblo calla’ con medidas antidemocráticas.
Al cabo de 38 años la estafa de la transición que comenzaba cuando se popularizó la canción de Jarcha, permite que un gobierno filofascista imponga el ‘calla pueblo calla’ a millones de españoles que quieren pronunciarse sobre la independencia catalana y la decisión de poner en grave riesgo las costas canarias y su principal fuente de ingresos, el turismo, los recortes o la corrupción. 

Y es que mismo día en el que el Constitucional, controlado por el Gobierno que colocó como presidente a uno de sus militantes y cuenta con mayoría conservadora entre sus magistrados, prohibía la consulta catalana del 9N y el referéndum en Canarias convocado para que los ciudadanos se pronuncien sobre unas prospecciones petrolíferas que algún día se sabrá qué aportan al ministro de Industria José Manuel Soria. 

Al tiempo, el Ministro del Interior, que hace ya semanas envió más de cuatrocientos antidisturbios a Barcelona dice esperar que los Mossos d’escuadra cumplan con su deber y prohíban la consulta. Es mucho esperar que las fuerzas dependientes del Govern catalán, que es el convocante, vayan a reprimirla. Más posible es que se produzcan altercados entre los antidisturbios y los mossos.Una situación que nadie quiere, excepto un gobierno fascistoide que parece empeñado en envenenar la situación poniendo una mordaza a los ciudadanos impidiéndoles que expresen sus opiniones; tal como hacen los dictadores, escudándose en el cumplimiento de una Constitución que en absoluto cumple en el resto de sus artículos.

El Gobierno de Mariano Raxoi, especialista en echar gasolina al fuego, bien podría haber dejado que se celebrase la consulta, que no era vinculante, en lugar de exacerbar a los catalanes, muchos de los cuales no hubiesen votado a favor de la independencia de celebrarse el referéndum pero que ahora claman por su derecho a expresar libremente sus opiniones.

Otro tanto sucede en Canarias, donde se juegan su futuro económico por la insistencia del Ministro de Industria, José Manuel Soria, de convertir las costas canarias en un campo petrolífero que acabará con la flora y la fauna marina y, muy posiblemente, con la economía de las islas, dado que los propios responsables de Repsol, la empresa agraciada por la obcecada decisión de Soria, han reconocido que, de realizarse prospecciones petrolíferas podrán producirse vertidos. 

El Gobierno y el partido que lo sustenta, el PP, no quiere que el pueblo hable, ni en Catalunya, ni en Canarias, ni en ninguna parte. No quiere que la ciudadanía se exprese porque sabe que, como en todas las dictaduras, y este Ejecutivo actúa como si de facto lo fuese, cada vez que se exprese lo hará en contra de sus imposiciones. Y es por eso por lo que está dispuesto a utilizar cualquier medio, como la de hacer uso del ejército para reprimir a la ciudadanía, como en las más negras épocas de la dictadura. 

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