martes, 4 de noviembre de 2014

Desmontando falacias en torno a Podemos.



Los detractores de Podemos llevan muchos meses atacando a la formación de Pablo Iglesias -que es, sobre todo, la de la gente harta de abusos-, con falacias sin cuento, aun mucho antes de que se conociese la encuesta de Metroscopia para El País. El Centro de Investigaciones Sociológicas –CIS- no se atreve a dar a conocer la del mes de octubre, porque, según se sabe ya desde la pasada semana, refleja datos muy similares a la del diario de Prisa, en la que  PP y PSOE sufren un espectacular descalabro y Podemos se confirma como la fuerza que recibiría una consistente mayoría si se votase en la actualidad. 

Por esa razón los políticos de la casta –o del establismenth si así lo prefieren-, economistas defensores del capitalismo –casi todos-, periodistas del régimen y demás fauna temerosa de un cambio de gobierno o de sistema, los detractores de Podemos emplean similares argumentos para intentar asustar a esos posibles votantes que crecen exponencialmente según avanzan las injusticias, el paro, la ley mordaza, los repagos en Sanidad, las bajadas de sueldos y pensiones, el deterioro de la Educación Pública, la corrupción y toda la basura que arrastra una pseudodemocracia putrefacta, después de casi cuarenta años de despotismo. 

Desde el PSOE, que, se supone, si fuese socialista debiera tener puntos de contacto con un partido como Podemos, que recoge las aspiraciones de la ciudadanía y la rebeldía al capitalismo salvaje, se le acusa de tener posiciones cercanas a los falangistas, porque, dicen, Pablo Iglesias afirma que Podemos no es ni de derechas ni de izquierdas, al igual que preconizaba José Antonio Primo de Rivera de la Falange. 

Las aseveraciones del PSOE, que repiten, entre otras personalidades la Presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y que propalan con fervor en las redes sociales sus seguidores, constituyen una falacia y una manipulación, secundada por la prensa del sistema.  En primer lugar porque Iglesias siempre se ha reconocido como persona de izquierdas, y además, porque nunca ha dicho que Podemos no sea de derechas ni de izquierdas, si no que la situación que vive el país en el presente no es un problema de derechas o izquierdas, sino de los abajo y los de arriba, del pueblo ante la oligarquía, de los problemas de los pobres y la iniquidad de los ricos.

Tesis que mantienen, entre otros, personajes tan poco sospechosos de derechismo como Julio Anguita que, ayer, en el programa Mas vale Tarde, de la Sexta, dio la razón a esa apreciación del dirigente de Podemos, explicando que, efectivamente, “en este momento la dialéctica fundamental no está entre derecha izquierda, sino entre los corruptos y los que no quieren serlo". Similar afirmación hizo sobre la distancia que existe entre un pueblo empobrecido al que se han robado en igual medida derechos y dinero y una oligarquía abusiva y explotadora. 

Resulta toda una mendacidad malintencionada acusar de cercanía con el falangismo a Podemos por una apreciación sociológica muy acertada, que pone en evidencia la enorme distancia que existe entre los explotados y los explotadores. Muy similar a la que emplea la derecha al tergiversar el análisis de un profesor de sociología, cuando Pablo Iglesias dijo que detrás del terrorismo de ETA existen causas políticas. Nunca dijo ‘razones’, ni justificó el terrorismo, como repiten, con el mismo con obcecado tesón los integrantes del PP y la prensa cavernaria. Cualquier historiador o politólogo, o simplemente cualesquiera ciudadanos con seny, saben que, efectivamente, detrás de las reivindicaciones criminales del terrorismo siempre existen móviles políticos. Qué si no es la reivindicación de independentismo sino la defensa –todo lo violenta y criminal que fuese- de una aspiración política: la independencia de Euskadi.

Otro mantra reiterado con la misma intensidad por PP y PSOE, partidos que, ellos sí llevan decenios demostrando que no son ni derechas ni de izquierdas puesto que cuando gobiernan aplican las mismas medidas de liberalismo salvaje -sistema que defiende el otrora ‘rojísimo’ del PSOE, Alfonso Guerra, que critica a Podemos diciendo que ese partido quiere ‘acabar con la democracia liberal-’, es el de que es un partido populista que habla a la ciudadanía de un programa irrealizable, similar al de el régimen venezolano.  

Independientemente de que el Programa de Podemos sea realizable –aunque,  obviamente,  sin aplicar las recetas económicas que propugnan los defensores de la economía neocón, sometidos a los dictados de una UE doblegada a su vez a los mercados- resulta chusco que partidos como el PP, que llegó a La Moncloa mintiendo a los electores con la creación de cinco millones de puestos de trabajo y otras falacias, y que tiene en sus filas especímenes que llevan, desde hace mas veinte años, la corona del populismo, como Esperanza Aguirre, tengan la desfachatez de acusar a Podemos, de un ‘populismo criminal que acaba con las libertades y la democracia’. 

Quienes emplean ese argumento aseguran que los regímenes populistas, como el de Venezuela –al que acusan de ser una dictadura sin razón para ello puesto que siempre que se celebran elecciones los observadores internacionales sancionan con su aprobación la limpieza de sus comicios-, acaban con las libertades. Para ello hablan de represión policial, los mismos que han aprobado la Ley Mordaza, quienes nunca sancionan a policías que no actúan en las manifestaciones como agentes del orden si no como monos enloquecidos, entre otras cosas porque gozan de la aprobación de sus jefes políticos; o de que algún opositor ha muerto en ese país, al mismo tiempo que la prensa a su servicio oculta el asesinato de un miembro del Gobierno, porque no conviene esa información a sus fines de denostar continuamente a los dirigentes venezolanos.  

Afirman, sin el menor pudor, que si llega al Gobierno Podemos acabará con la libertad de expresión y de información. Como si la hubiese en este país. Las propuestas de Podemos sobre los medios de comunicación, las medidas para garantizar la libertad de los profesionales de la información, resultan en el presente una utopía y un sueño para quienes somos periodistas y que, con el presente régimen del PP, sufrimos represalias por no someternos a sus indicaciones, o presiones para informar o no informar de determinados asuntos, porque los medios funcionan a toque de llamada telefónica del políticastro de turno a las direcciones. 

En un país donde el PP, cada vez que llega al poder en una Comunidad o en al Gobierno de la nación, asalta los medios públicos para convertirlos en boletines de propaganda de su partido, como hizo durante veinte años con la televisión pública valenciana -conocida por todos como ‘Canal NO-DO’-, y hace con tele Cospedal, en Castilla-La Mancha, Tele Madrid, o la propia RTVE desde que ocupa el poder en esos lugares, resulta indignante que se permitan acusar a nadie de deseos de manipular y controlar los medios de comunicación, cuando, a la hora de conceder canales locales de TDT el PP los puso todos en manos de la armada cavernaria, la misma a la que sufragó con dinero de la caja B de su corrupto partido, para que propalase sus insidias sobre la conspiranoia del 11M. 

Acusan los detractores de Podemos a esa formación de haberse financiado ilegalmente del Gobierno de Chávez, tergiversando el hecho de que, hace años, Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero, cuando ni se les había ocurrido fundar Podemos, hiciesen un estudio sociológico para el Gobierno venezolano, que no fue, como dicen los difamadores de turno, para ‘asesorar a Chávez en la represión’. O de que Pablo Iglesias trabaje para la televisión iraní, cuando la realidad es que la productora de unos de los programas en los que participó en el pasado, y en los que no tenía capacidad de decisión sobre el asunto, vendió algunos programas a ese país. 

Cualquier cosa sirve para desprestigiar a Podemos, para intentar que la gente no vote a un partido nacido de la calle y el hartazgo con la actual situación de desigualdad social y corruptelas, y que, de llegar al Gobierno, devolvería la dignidad a este país y los secuestrados derechos a los ciudadanos. Manipulan su programa económico, mintiendo sobre la Deuda, que dicen no pagará, cuando el propósito de Podemos es el de auditarla para conocer los entresijos y trampas que hayan podido urdir los acreedores, de acuerdo con gobiernos cómplices, para abonar lo que es justo. 

Argumentan, asegurando que no se podrán llevar a cabo las políticas sociales que pretende Podemos, que ‘no hay dinero para ello’, aunque lo hacen desde la premisa de mantener una fiscalidad injusta como la actual, el derroche de miles de millones que podrían emplearse en fines sociales, si se hiciese un gasto de lo público más racional y, sobre todo, convencidos de que las cosas no se pueden hacer de otra manera porque la oligarquía internacional no quiere que se lleve a cabo sino es como ella dicta. 

Amenazan con la ruina del país, el hundimiento de la economía, cuando lo que es posible que suceda si gobierna Podemos es que se produzca la ruina de los sinvergüenzas, el hundimiento de los abusos, de los oligopolios y de los estafadores. Los bancos, muy satisfecha con los partidos de la casta, que durante años gobernaron a su dictado, hacen catastróficas predicciones, porque saben que un gobierno que vele por los intereses de los más pondrá coto a sus injerencias y excesos. 

Aunque la crítica más estúpida, irracional, chabacana y absurda la hizo un gacetillero del poder, no se sabe si del PP o del PSOE, autor de una bazofia colgada en el Digital de Extremadura, y promocionado en Facebook por una emprendedora socialista. El autor, Juan Manuel Cañamero, reprocha a los dirigentes de Podemos, en un artículo titulado ‘La estafa de Podemos’, que pareciera  por su título iba a revelar cualquier tremendo fraude, se limita a reprochar: “Llegan con sus títulos universitarios bajo el brazo; presumen de estar bien situados en la Universidad madrileña; reúnen a no más de cien estudiantes barbilampiños en un centro cultural; algún que otro parado se deja ver el pelo, y hablan dando clases de griego y latín, lenguas muertas que por suerte ya no se imparten en Bachillerato”. La última frase del párrafo, mal puntuado, da la medida de la estulticia del firmante del artículo que, sin duda, pasará a los anales del periodismo estúpido por acusar a los líderes de Podemos de ser cultos. 



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