“De ilusión también se vive’ espetaba ayer un
desilusionado pepero, que anunciaba su abstención en próximos comicios al
conocerse la decisión del PP de retirar la Ley del Aborto, a quien se reconocía
como votante de Podemos. Luego, para explicar su desconfianza sobre las
encuestas, afirmaba: “la Vanguardia da como segunda fuerza política al PP en
Catalunya, porque reflejan el resultado que quieren los medios que las encargan”.
Obviaba, no se sabe si por despiste o mala intención, que hablaba de una
encuesta de 2012, porque en los últimos datos del partido de Alicia Sánchez
Camacho su formación apenas supera los 2 puntos, según datos del CEO –el CIS
catalán-dejando al PP en último lugar en intención de voto en Catalunya.
Lo cierto es que la publicación el domingo de una
encuesta de intención de voto de Metroscopia para El País, sacudió no solo el
mundo político sino a los ciudadanos, porque si los integrantes y simpatizantes
recibieron la notica con sentimientos que iban desde la prudencia al regocijo,
entre los pocos fieles que aún le quedan al PP se veía la encuesta como algo
coyuntural, debido en parte a los escándalos de corrupción. Prácticamente la
misma opinión que han trasladado las dos grandes formaciones, PP y PSOE, que
creen que si se visten con los blancos ropajes de la transparencia recuperarán
el favor de la ciudadanía.
Craso error. Si el pueblo, la ciudadanía, ha
vuelto la mirada esperanzada a Podemos no es solo para castigar a los dos
grandes partidos por el asunto de la corrupción, que también, aunque no solo
eso. Son millones de personas, cada vez más, las que han tomado conciencia de
que la política no es solo una actividad que llevan a cabo unos seres
inmarcesibles y privilegiados situados en las alturas, sino que es cosa de
todos, si no se quiere morir a manos de
esos privilegiados que tan solo defienden lo suyo.
“La política trata del estar juntos”, escribía
Hannah Arendt –filósofa política y periodista judía, perseguida por el nazismo
y huida a EEUU donde escribió la mayor parte de su obra. Es considerada como la
más importante autora de su género en el siglo XX- y los ciudadanos han
decidido ‘estar juntos’ para solucionar los problemas que viene causándoles la
clase política desde 2010, cuando se abrieron las puertas del infierno para la
mayoría de españoles, al ver, impotentes, como se les robaban derechos y
libertades en beneficio de la oligarquía y el exógeno poder financiero.
No se trata de que la ciudadanía no perdone los casos
de corrupción que afectan a los dos grandes partidos, y escandalosamente al PP,
no es que se haya perdido la tolerancia a la trampa en este país de picaresca y
patios de Monipodio, no. No es que en tiempos de vacas flacas se irriten los
ciudadanos porque sienten que aquello robado les merma derechos, asunto que es
obvio. Se trata, sobre todo, de que el pueblo ha decidido que tiene mucho que
decir sobre lo que pasa en el país y que ya está bien de que una oligarquía
política decida por ellos.
No hace tanto tiempo que la clase política decía
con desprecio del Movimiento 15M, ‘si quieren participar en política que creen
un partido’, convencidos, desde la altura de esa columnita dórica en la que
suele dibujar el humorista Peridis a los poderosos, que nunca serían capaces de
hacerlo. Pero lo hicieron, el núcleo surgió en la Facultad de Ciencias
Políticas de la Universidad Autónoma madrileña y se ha extendido por todo el
país como una marea de indignación y responsabilidad, de asunción de que es la
ciudadanía, organizada en un partido político que no está manchado ni
secuestrado por el poder del dinero, el que ha de devolver al pueblo lo que es
del pueblo.
La encuesta de Metroscopia ha puesto en pie de
guerra a los medios rehenes del poder político y financiero, no son capaces de
ocultar el miedo que les produce que Podemos llegue al poder, o al menos al
Gobierno, porque será una tarea hercúlea desmontar el financiero, bancario,
eclesiástico y reaccionario, enquistado en todas las estructuras del Estado.
En la editorial del mismo día en el que se
publicaba la encuesta de Metroscopia, el El País, después de razonar que el
ascenso de Podemos se debía a la torpeza de los grandes partidos, vertía toda
la bilis de la oligarquía contra la amenaza de que Podemos llegue a La Moncloa:
“Todo esto no justifica dejar a la sociedad en manos de Pablo Iglesias y de
Podemos, es decir, de un grupo de diagnóstico catastrofista y voluntad
descalificadora, que niega ser de izquierdas ni de derechas para ocultar lo que
en realidad es: simple y vulgar populismo” señalaba con rabia, para añadir:”El
sondeo muestra que los votantes potenciales de otros partidos, por críticos que
sean hacia estos, tampoco creen en Podemos como la única opción en que se puede
confiar. Una cosa es criticar y otra muy distinta ofrecer soluciones solventes
y realistas a una sociedad necesitada de buena gestión. Hasta el momento, las
únicas recetas que hemos escuchado en boca de los líderes de Podemos son
viejas, fracasadas o delirantes”.
Desde la lógica de El País, paradigma de periódico
manejado por el poder del dinero internacional y el político nacional
representado por el PP, con alguna simpatía al PSOE, no resulta extraño que
considere delirante el programa de Podemos. El País, como el resto de medios ‘oficiales’
han sido, y siguen siendo, los apóstoles del ‘las cosas son así y no se pueden
hacer de otra forma’, sencillamente porque esa forma es la que conviene al FMI,
a la UE, al BCE, a la señora Merkel y a los políticos españoles, prisioneros de
sus compromisos con la oligarquía financiera.
Mas sí se pueden hacer de forma muy diferente, lo
demostraron hace tiempo los economistas encargados, de sacar adelante el
programa económico de Podemos, Vicenç Navarro y Juan Torres López, autores del
libro ‘Hay alternativas’. Alternativas que horrorizan a los defensores de la
política económica impuesta por una UE, dominada por ese monstruo de rostro
indefinido y anónimo que se conoce como ‘los mercados’.
No es hartazgo por la corrupción lo que mueve a
los votantes de Podemos, es, sobre todo, el destrozo de la sanidad pública, la
educación puesta en manos privadas y religiosas, la criminalización de los
parados, la ausencia de prestaciones, la brecha social convertida en sima, los
más de 12 millones de excluidos sociales, los más de dos millones de niños con
problemas de nutrición, las leyes laborales que convierten a los trabajadores
en esclavos, los sueldos de miseria, las trampas de los empresarios que
contratan a personas por media jornada y la obligan a trabajar doce horas por
menos de trescientos euros, los desahucios que han dejado un rastro de
cadáveres.
El hartazgo por la corrupción no es sino la punta
de un iceberg de explotación, abusos, merma de derechos, represión y pobreza.
Todo aquello con lo que el pueblo necesita urgentemente acabar para que no
acaben con él. Y cuenta con Podemos para ello. No se trata de un cabreo
coyuntural, es que los partidos tradicionales no devolverán nunca lo que la
ciudadanía exige recuperar y cuenta con Podemos para ello.
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