Al
entrar en contacto con la información cualquier persona con un mínimo sentido ético
no puede menos que sentir mucho asco por lo que sucede en este país, y por el
modo en que una prensa domesticada y sin dignidad, lo cuenta.
Como
si fuesen víctimas de un ataque de catatonia, los medios guardan silencio ante
las vilezas e injusticias, ¿tal vez ilegalidades?, perpetradas por un poder
ávido de dinero con la misma brutal pulsión que un tiburón devora a sus presas.
La noticia de que esta madrugada, a las seis, la policía desalojaba de su
domicilio a una familia con dos hijos, uno un bebé de apenas dos meses, porque
sus padres no podían hacer frente al alquiler de una vivienda social que el
Ayuntamiento vendió a un fondo buitre que duplicó el precio, pasó desapercibida
para algunos medios, en tanto quienes daban la noticia lo hacían con la
indiferencia de quien expone el resultado de un partido de fútbol, o,
seguramente, con mucho menos apasionamiento. Nadie puso en duda la legalidad de
la medida –que tal vez lo sea- o la carencia de ética, humanidad y decencia de
quienes pusieron a la venta un bien público, de aquellos que lo compraron, o
del juez que tal vez podría haberse resistido a dictar tal desahucio, o al
menos no haberlo ordenado de madrugada.
Vivimos
en una sociedad que más merecería el nombre de suciedad, teniendo en cuenta el omnímodo
poder de los dueños del dinero y la fragilidad e indefensión del resto. Produce
una mezcla de repulsión, indignación e impotencia contemplar que se producen
esas situaciones sin que nadie pueda mover un dedo porque, además, un ministro
fascista impone unas leyes que dejan inerme a la sociedad, sin el menor
mecanismo de protesta o de rechazo a las injusticias. Y en tanto la prensa,
ciega al drama de los ciudadanos, al servicio de los poderosos, no se permite agitar
las conciencias con el sencillo sistema de explicar que asuntos como el
desahucio de esa familia es la consecuencia de la connivencia del poder
político con las mafias financieras que obran, unos y otras, con la impunidad
que les confieren unas leyes hechas a la medida de los poderosos, y aplicadas
por jueces complacientes.
Mientras
buena parte de la población malvive sin trabajo, sin casa, sin comida en muchas
ocasiones, empobrecida y maltratada por los poderes públicos, los medios dan
cuenta de las miserias de los corruptos sin poner definiciones ni explicar
hasta qué punto resulta escandaloso cuanto está sucediendo, y que, en otros
países, asuntos similares dieron lugar a la dimisión inmediata de políticos tan
o más poderosos que los locales, quizá igual de corruptos, pero, al menos, con
algo más de vergüenza que los autóctonos, que no dimiten ni aún pillados con
las manos en la caja B del dinero.
Esa
prensa complaciente y servicial con el poder no pone en evidencia nunca las
contradicciones de unos políticos tramposos y cínicos que niegan evidencias
que, en otros países, tiempo haría que habrían sido causa de la dimisión del
Presidente del Gobierno.
El PP niega la existencia de su caja B, y dice que era
la caja del extesorero, que responde, cargado de razón, que si hubiese sido
suya no habría pagado la reforma de la sede de Génova 13 con su dinero. No se
entiende que la Justicia permanezca agazapada, escondida como conejo temeroso,
sin citar a declarar al Presidente, que, a nadie le cabe duda, es tan corrupto
como el resto de sus correligionarios, incluido el exsenador Bárcenas.
En
cualquier país el escándalo sería tan mayúsculo que ni su mayoría absoluta le
sería suficiente para mantenerse en el Gobierno, porque, incluso desde su
propio partido, alguien le habría exigido que dimitiera. Aunque tal vez todos
aquellos que puedan tener capacidad para ello no lo hagan porque todos están
enfangados en el mismo barro fétido de la corrupción.
En
tanto, el partido mayoritario de la oposición, el PSOE, en lugar de poner el
punto de mira en la corrupción y las injusticias, se pierde en luchas internas
y, lo que es peor, en hacerle el trabajo sucio a la extrema derecha, apoyando
con sus declaraciones las infamias y manipulaciones de la prensa cavernaria, al
servicio del PP. Se ve a diario en las redes sociales, donde la militancia
socialista se dedica a hacerse eco y repetir las consignas de la extrema
derecha contra Podemos, el único partido que en la actualidad hace que los ciudadanos
tengan algo de esperanza ante las dos formaciones que llevan cerca de cuarenta
años gobernando para los poderosos, sometidos a los bancos, a los que deben
millones, y que jamás tomaron una medida en contra de la oligarquía para hacer
la vida un poco menos difícil al pueblo.
La
caverna emprendió una campaña de desprestigio contra el ideólogo de Podemos,
Juan Carlos Monedero, porque facturó cuatrocientos mil euros por un trabajo de
asesor sociológico a países sudamericanos. Como profesional estaba en su
derecho de hacerlo, podía crear una sociedad para ello y lo hizo. Pago sus
impuestos pero no el IVA, porque no tenía obligación de abonarlo, dado que
quienes le pagaban no cuentan con ese impuesto en sus países. Y lo hizo,
además, mucho antes de que existiera Podemos.
Mas
la extrema derecha se agarró a esa noticia (?) para lanzarla contra Podemos,
censurando que ganase esa cantidad por su trabajo de sociólogo, cuando nadie
censura, ni pone en evidencia, a quienes se enriquecen con el dinero del
pueblo. Ganar cuatrocientos mil euros y donarlos a una televisión que se hace
con más voluntad que medios y con una vocación de servicio público que ya
debieran las televisiones públicas, es un delito horrible para la extrema
derecha, para algunos que se dicen socialistas –como Enrique Sopena- y para los
dirigentes del PSOE.
Como locos se lanzaron a cargar contra Monedero en
particular y Podemos en general, mientras callan y muestran complacencia ante
toda la corrupción y todas las injusticias que perpetran los amos del dinero.
El
maridaje entre la prensa cavernaria y los socialistas para desprestigiar al
único partido que podría cambiar la situación insostenible que sufre este país
deja en evidencia a qué amos sirven los socialistas, que en lugar de buscar alianzas
con Podemos, las buscan en la extrema derecha y la reacción. Son torpes y suicidas
y se están condenando, ellos solos, a la desaparición.
La
pregunta es qué hará esa prensa complaciente y servil si, quiéranlo los hados
de la política, este país consigue librarse de gobernantes como los actuales y
se impone un cambio. ¿Seguirán haciendo de los mamporreros de la mafia del
dinero o donde dijeron digo, dirán Diego?
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