El
día que no haya que conmemorar fecha alguna respecto a los problemas que
afectan a las mujeres será cuando se haya alcanzado la plena igualdad en un
mundo desigual e injusto que discrimina a más de la mitad de la población
mundial. Para algunas de nosotras, las que nos pensamos en personas sin más, la
distinción por género, o sexo, nos
resulta descabellado. Hablar de género es, además, un absurdo eufemismo que
parece intentar convertir a las mujeres en una propiedad lingüística y no en
individuos con una entidad sexual determinada, que tampoco tendría porque
existir, porque socialmente tendría que resultar disparatado que a los
individuos se los catalogase en función de sus opciones sexuales, más
actualmente, cuando no existe solo la sexualidad hombre-mujer, sino que existen
otras opciones como la homosexualidad, el lesbianismo, o el travestismo.
Mas
no es ese el problema de la desigualdad, el problema está en lo que algunas
mujeres vemos con estupor e indignación, tan disparatado como si en una
sociedad se discriminase a los calvos, o a los que fuesen rubios. ¿Es posible
imaginar un titular que rezase: “Solo un 20% de rubios tienen puestos de
responsabilidad política en el mundo”?, o, “el 66% de los analfabetos del mundo
son calvos”. O, “en el sector servicios las tareas no cualificadas son realizadas
en un 80% por rubios, que cobran un 30,67% menos que sus iguales morenos”. O
bien: “directores y gerentes calvos cobran un 16,08% menos que los morenos en
estos puestos”. Esa desigualdad, que leída en diferencias por color de pelo o
por su ausencia pareciera un dislate, se da entre hombres y mujeres sin que la
sociedad se escandalice más que en limitados sectores y un día al año, mientras
que el resto del año, la brecha salarial, las desigualdades monstruosas en
razón del sexo de los individuos es vista con indiferencia o pasividad.
No
es solo la injusta e irrazonable brecha salarial que obliga a las mujeres a trabajar
59 días más al año para recibir los mismos emolumentos por igual función
laboral, esas diferencias se producen así mismo en las pensiones, donde las
mujeres las perciben un 19.6% más bajas que los hombres. Y es que la crisis se
ha cebado con las mujeres, que seguimos siendo, como decía August Bebel, las
doblemente exprimidas en la sociedad capitalista. Situación que, pasado siglo y
medio de la cita del socialdemócrata alemán, sigue siendo una arbitraria
realidad.
Los
problemas se acrecientan según las mujeres van cumpliendo años. Así, las
estadísticas señalan que en el tramo comprendido entre los 45 y 59 años, y entre
las mujeres que pertenecen al ítem de familias monoparentales, el paro afecta
al 84% de ellas.
Y
si en el trabajo las mujeres cobramos menos salario por igual trabajo, es
curioso ver como ciertos reconocimientos sociales se destinan mayoritariamente
a los varoncitos. Así, según el INE, solo un 18% de mujeres recibieron
condecoraciones en el pasado año, más bajo fue aún el reconocimiento de
doctorados Honoris Causa, percibido por tan solo el 15.46% de mujeres, pese a
que a la hora de percibir premios de fin de carrera, el número de mujeres con
esa distinción supero al de los hombres, siendo el 53.6% de mujeres el que
alcanzó esa distinción.
En
el sector de la Educación la brecha también crece entre chicos y chicas, en una
enseñanza copada por la secta católica, en cuyas manos puso el actual Gobierno
la Escuela Pública, aunque el problema ya venía de muchos años atrás, cuando el
PSOE se inventó el desafuero de las Escuelas Concertadas. Según datos del OCDE,
las niñas españolas son mejores en lectura, mientras los chicos lo son en
matemáticas, lo que significa que ya, desde la escuela, se empieza a dirigir a
niños y niñas por diferentes caminos profesionales, destinando a las mujeres
del mañana a carreras cuyas salidas profesionales están menos remuneradas que
las de los chicos. El actual Gobierno, que ha trabajado en contra de la
igualdad como no lo hicieron los precedentes, admite que no hará nada para
cambiar esa situación que, piensa, se solucionará con la aplicación de la
LOMCE, ley que, entre otros dislates, aprueba la segregación por sexos de los
niños en los colegios.
Discriminadas
social y laboralmente, víctimas de la desigualdad económica y del terrorismo
machista –el pasado año murieron 57 mujeres a manos de sus exparejas y en lo
que va de 2015 asesinaron a otras 4-, con todo, las mujeres europeas podemos
considerarnos afortunadas en comparación con otras zonas del mundo. En países
de Oriente Medio, como Arabia Saudí, India o Pakistán, las mujeres son azotadas
y lapidadas por ser víctimas de violaciones; en África son sometidas a crueles
mutilaciones sexuales, en México resultan víctimas de un feminicidio
generalizado, y, en general, en los países sudamericanos el machismo impera con
mayor fuerza que en Europa, aunque en España exista aún un machismo larvado,
socialmente disimulado, pero aplicado no solo en la brecha salarial, sino en
actitudes cotidianas, percibidas tan solo por quienes son sensibles a esa lacra
social y cultural que hace del mundo un lugar inhabitable.
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