“Ahora
que se acercan las elecciones se ponen a hacer obras como locos, mientras han
tenido la ciudad hecha una mierda durante cuatro años y la gente es idiota, y
los vota por cuatro obras de mierda que hacen cuando van a haber elecciones”.
Este comentario, hecho un conductor de autobús de una urbe de más de cien mil
habitantes, puede aplicarse a cualquier ciudad, grande o pequeña, a un pueblo o
al país entero. Los futuros electores parecen tener una olvidadiza memoria que
les hace fijarse en las cosas medianamente positivas que llevan a cabo los
gobernantes en las semanas previas a las campañas electorales, olvidando todas
las tropelías, abusos, injusticias y corrupciones con las que actuaron en los
cuatro años previos a los comicios.
Al
menos eso parecen contar las encuestas de intención de voto, en las que, o el
resultado está manipulado, o los electores van perdiendo el norte según se
acerca la cita electoral, cegados por cuatro medidas y media docena de obras
que los gobernantes ponen en marcha, para dar la impresión de que se preocupan
de los ciudadanos.
Algunas
encuesta, como la que publica hoy eldiario.es, muestran una recuperación del
PPPSOE y una ligera bajada en la tendencia de voto a Podemos. Pueden suceder
varias cosas: la primera, que las realizadas a base de cocina, en las que se
toma en cuenta el ítem del recuerdo voto que no puede aplicarse a Podemos, den
unos resultados tergiversados, o que las empresas encargadas de realizar el
sondeo tengan un determinado sesgo ideológico. (En el caso de la realizada para
eldiario.es resulta imposible saberlo porque su web no da datos de sus
directivos ni accionistas). La segunda posibilidad es que reflejen la realidad
de un electorado mostrenco y sin dignidad, dispuesto a perdonar a los dos
grandes partidos, PP y PSOE, pese a que sus tropelías fueran infinitas.
No
es asunto baladí el de la corrupción, los millones de euros robados a las arcas
públicas y a sus dueños, todos los ciudadanos, víctimas del latrocinio practicado
por los implicados en la trama Gürtel, los ERES de Andalucía, los cursos de
formación de esa comunidad y la de Madrid, el escándalo Bankia, por citar solo
algunos, de los miles de casos registrados a lo largo y ancho de este país.
Es
incomprensible que el electorado piense aún en votar mayoritariamente al PP,
responsable de la muerte de miles de personas a causa de la crisis y sus
consecuencias, los suicidados por los desahucios, los muertos por la carencia
de Sovaldi, por la pobreza energética, por no poder sufragar la medicación a
causa de las bajas pensiones. Que se olviden de los dependientes maltratados y
abandonados, de los niños malnutridos, de los trabajadores explotados por
empresarios esclavistas protegidos por el PP. Cuesta trabajo entender que
quienes se han visto afectados por los recortes de una Enseñanza Pública
desmantelada, de la que fueron expulsados a cientos de miles los jóvenes de la Universidad
porque no pudieron pagar las elevadas tasas y el recorte de becas, o la
imposición religiosa en la enseñanza primaria y media, puesta toda ella en
manos de la secta católica, dejando la Pública para los menos favorecidos, por
obra y desgracia de un infame ministro llamado Wert, que pretende, y está
logrando, que a la enseñanza solo acudan las élites, no hagan pagar tales
fechorías en las urnas.
No
cabe en la cabeza que el 51% de la población, las mujeres, pasen por alto las
afrentas contra ellas, desde la pretensión de quitarles la dignidad y el
derecho sobre su maternidad y su cuerpo, a la brecha salarial permitida por un
Gobierno que intenta que vuelvan al gineceo, sumisas y resignadas porque hasta
el dinero para atender a las víctimas del terrorismo machista se redujo.
Tampoco
se entiende que la ciudadanía ignore, o se desentienda, de las listas de espera
en la sanidad que cuestan vidas, de los muertos por la hepatitis C, del millón
de personas a las que se hurtó la asistencia sanitaria, a los que se obliga a
pagar de su bolsillo tratamientos a veces imprescindibles para no perder la
vista o para no sufrir continuamente dolores de huesos o musculares, dolencias
estomacales, y un sinfín de específicos que alivian dolencias que sin ser
mortales hacen la vida difícil a quienes los sufren y no pueden costearse los
lenitivos adecuados.
Cuesta
entender que los votantes ignoren los recortes de libertades que, a través de
la Ley Mordaza, implanta una dictadura de facto en el país. O que sean
indiferentes a la manipulación mediática, al asalto a los medios de
comunicación públicos convirtiéndolos en boletines de propaganda de un partido,
cuando se sufraga con el dinero de todos.
No
se entiende que los ciudadanos estén dispuestos a votar a un partido que ha
hecho retroceder a este país treinta años en derechos y libertades, que usa el
dinero público a capricho de sus deseos y amistades, ahora le regalo a la secta
católica miles de millones de euros, ahora despilfarro en armamento innecesario
cuanto quiero, porque el ministro del ramo está vinculado a una fábrica de
armas. A una formación que ha impuesto, con el dinero de todos, la caspa, la
beatería, la crueldad y la destrucción del medio ambiente, dispuesto a arrasar
los escasos espacios naturales para que sigan haciendo negocios sus amigos. Que
quiere implantar, de nuevo, la economía del ladrillo, de la esclavitud de los
más en beneficio de unos pocos.
Por
lo que no queda más remedio que pensar que, o las encuestas mienten, o este
país está poblado por imbéciles.
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