Si
Felipe VI fuese tan preparado e inteligente como dicen sus panegiristas, y
contase con un mínimo de sensibilidad social e histórica, se habría negado a
que su efigie figurase en una moneda en la que figura la leyenda ’70 años de
Paz’. La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre depende del Ministerio de Hacienda.
Del despacho de Montoro o del Consejo de Ministros, saldría la idea de la
leyenda de una moneda de oro de doscientos euros para, dicen, conmemorar el 70
aniversario del fin de la II Guerra Mundial. Aunque España no participase en
esa contienda –más hubiese valido a los españoles que lo hiciera, porque en ese
caso no habrían tenido que sufrir 40 años de dictadura fascista-, no se sabe el
motivo por el que el animoso Ejecutivo español se suma a la celebración de los
demócratas contra el fascismo y el nazismo, siendo, como es, hijo putativo del
dictador Franco.
La
leyenda ’70 Años de Paz’ es calcada de la campaña puesta en marcha por Fraga
Iribarne cuando era ministro del genocida, aunque siguiera en la cosa pública
siéndolo del gobierno de Arias Navarro en la monarquía y posteriormente fundase
el partido que ahora gobierna con las siglas del PP. En 1964, plazas y calles
de todo el país se vieron adornadas con vallas publicitarias en las que podía leerse
ese eslogan. Dicen que es leyenda que el semanario satírico La Codorniz publicase
una portada en la que unos sabios con bata blanca miraban uno de esos carteles,
bajo los que se podía leer “25 años de Paz, ciencia española’, mas esta
bloguera podría jurar que tuvo en sus manos el ejemplar, porque parece estar
viendo tal dibujo.
La
PAZciencia española parece ser inagotable, porque, aparte de algunas críticas
en las redes sociales, ningún político, ni asociaciones de Memoria Histórica
han alzado su voz contra la afrenta que supone que se conmemoren en este país ’70
años de Paz’, cuando veintiocho de ellos se vivieron bajo una dictadura que
asesinaba a los ciudadanos, los desaparecía, los arrojaba por ventanas o los
fusilaba tras juicios sumarísimos sin la menor garantía jurídica.
Si
Felipe VI estuviese tan preparado y, además, tuviese algo de sensibilidad para
con la mitad de los ciudadanos, que no súbditos, de este país sabría que
resulta una verdadera afrenta para las víctimas del franquismo fascista esa paz
de cementerios que se sufrió durante cuarenta años. Mas parece que a tal padre
tal hijo, y Felipe VI, sucesor del sucesor de Franco, del que dicen que no consentía
que se hablase mal del dictador ante su persona, debe sentirse muy satisfecho
de esos años de falsa paz, en la que solo gozaban de ella los ganadores de la
guerra consecuencia del golpe de Estado de los abyectos militares que se
levantaron contra el poder legalmente constituido de la II República.
Mal
empezó su reinado Felipe VI, consintiendo que el día de su coronación o
proclamación, que esta bloguera no está muy puesta en cuestiones cortesanas,
apaleasen, detuvieran, e incluso, invadiesen domicilios particulares para
evitar que se colgaran de algunos balcones la bandera republicana. Dirán que
esas acciones fueron responsabilidad del Gobierno, aunque, si tan inteligente
es y tan informado está, le hubiera sido muy fácil decirle al Gobierno que no
quería que se produjeran esas abusivas represiones.
En
el presente, sancionando con el uso de su imagen una moneda ofensiva para
muchos millones de españoles que padecieron la brutalidad del régimen fascista,
Felipe VI demuestra que es fiel continuador de su padre, que a su vez fue
sucesor del dictador, y que, no hay que olvidarlo, profesaba admiración y afecto a un criminal
genocida.
La
emisión de la moneda no viene a cuento, ni siquiera internacionalmente, porque
es falso que Europa haya vivido setenta años de paz, ¿olvidaron los emisores de
la moneda de marras la dramática guerra de Yugoslavia, los terribles bombardeos
de la OTAN sobre Sarajevo, o los asesinatos de Srebrenica?
Pareciera
como si el Gobierno de Raxoi quisiera continuar la afrentosa campaña de su
fundador en 1964, en la que humillaba a la mitad de los españoles y se reía de
todos, cuando en aquellos años la única paz que existía en el país era la de
los cementerios.
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