La celebración de la asamblea de Podemos puso de
manifiesto el miedo que el sistema tiene a Podemos, sin que existan muchas
diferencias entre lo que pueda decir el PP o el PSOE y la prensa a su servicio,
desde El País, que cada día se parece más a la prensa cavernaria, a los
paradigmas digitales de la reacción como Libertad Digital. Al fin y al cabo,
todo forma parte del mismo sistema perverso, un núcleo de poder organizado desde hace
treinta y cuatro años para disponer del dinero de todos, apoyar a la oligarquía
financiera y empresarial, formar parte de unas elites dominantes, escudadas en
falsas necesidades y responsabilidades que, dicen, se ven obligados a cumplir, en
contra de los intereses del pueblo, por ‘el bien de España’. Aunque la realidad
sea que todo cuanto hicieron, y hacen, estuvo y está orientado a su propio
beneficio.
La descalificación de gruesos brochazos, de
mendacidades y estupideces, comunes a PP y PSOE, por mucho que este último
aburra asegurando que no es lo mismo que el primero, aunque digan las mismas
cosas y mantengan los mismos comportamientos. La pasada semana los viejos
dinosaurios del PSOE –con Felipe González y Guerra a la cabeza- se reunieron
para conmemorar el 40º aniversario del Congreso de Suresnes, aquel en el que
los supuestos socialistas del interior se hicieron con el poder para
desubstanciar al socialismo de su ideología y ponerse al servicio del
capitalismo europeo a cambio de unos millones de marcos, y la promesa de formar
parte de las elites dirigentes del nuevo régimen que no era otra cosa que lo
mismo con distintos ropajes; ‘que todo cambiara para que todo siguiera igual’
siguiendo la máxima lampedusiana.
En esa especie de aquelarre de dinosaurios,
encantados de haberse conocido, los dos santones del socialismo de la
transición dedicaron más tiempo en criticar a Podemos, en descalificarlo con
las manidas acusaciones de ‘populismo’ y ‘bolivariano’ que repiten como un
mantra para intentar asustar al pueblo y seguir manteniéndose en las cúspides
del poder, que a hablar de su partido y de los proyectos que este pueda
ofrecer.
Los que vivimos la transición y recordamos
aquellos “¡que viene el lobo!”, que dedicaba la derecha más reaccionaria a los
socialistas, sentimos como si estuviésemos ante un flashback esperpéntico. Lo que ayer era ‘si gobiernan
los socialistas os quitarán el coche y la casa’, se convierte en ‘Podemos os
quitará las viviendas –aunque en esta triste pseudemocracia quienes quitan las
casas son los bancos con la anuencia de los políticos-, y repiten, como
entonces, que unos y otro destruirían la democracia, el prestigio internacional
de España, la economía y los valores patrios. Si entonces vaticinaban que votar
a los socialistas era arrojarse en brazos de Moscú, ahora hacerlo a Podemos
supondría convertir a este país en un epígono de Venezuela. Lo curioso es que
esos vaticinios catastrofistas los repiten los integrantes del PSOE, que, en
los treinta y cuatro años de pseudodemocracia, ha pasado de ser un partido que
le daba miedo a la derecha, a un aliado que comparte con ella sus teorías.
“Podemos se marca sus
objetivos: del impago de la deuda a legalizar la 'okupación'”, titulaba
Libertad Digital, faltando a la verdad, al igual que todo el establisment,
porque lo que viene diciendo Podemos desde el principio es que hay que hacer
una auditoría de la deuda para saber qué parte de ella no es legítima al
corresponder a gastos que no son del Estado.
El País, al que se puede
situar desde que Antonio Caño llegó a la dirección del diario de Prisa como un
panfleto más de la caverna, se despachaba el sábado con un editorial en el que
se podían leer afirmaciones como esta: “a juzgar por los mensajes de sus
figuras públicas, actualizados este fin de semana, resulta muy oscura la forma
en que este partido se propone convertirse en “mayoría” y alcanzar “la
centralidad del tablero político”. Está claro que trata de salir del eje
tradicional derecha/izquierda, pero no deja de dar motivos para pensar que se
trata de populismo, entendido como la estrategia política que enfrenta al
pueblo con las instituciones, aunque estas sean democráticas.”
Y seguía: “Frente a la contundencia con que su
principal portavoz, Pablo Iglesias, reclama el objetivo de la victoria
electoral “para echar” al Gobierno del PP y derrotar al PSOE, los
procedimientos para lograrlo están envueltos en la confusión. Frases como “el
cielo no se toma por consenso, sino por asalto” pueden interpretarse de muchas
maneras, desde una simple ocurrencia del repertorio marxista hasta la
insinuación de estar dispuesto a operaciones que no tienen que ver con el
respeto a los principios democráticos y al juego limpio en las urnas. No es
responsable lanzar un ataque generalizado al sistema institucional de este país
sin explicar cuál es su modelo alternativo, cuál es su visión concreta de la
crisis y cuál es la manera realista de salir de ella”.
Medios que se reputan de
progresistas, muy próximos al PSOE, como Elplural.com. dirigido por el
exdirector de informativos de TVE con Felipe González, Enric Sopena, se
despachan a diario contra Podemos, haciendo casus belli de asuntos tan pueriles
como si en el recinto de Vista Alegre,
donde históricamente se celebraban los mítines del PSOE, los de Podemos llenaron
o no el aforo. El propio Sopena escribe –con su habitual penosa factura- en un artículo de opinión: “En un ambiente
festivo, y con la cuidada estética que le caracteriza -coleta recogida,
pantalones vaqueros y camisa blanca arremangada-, Pablo Iglesias ha tomado la
palabra por poco más de veinte minutos. Y lo ha hecho para recordar a sus
compañeros que “el cielo no se toma por consenso, sino por asalto”. La
utilización de esta expresión, que acuñaron los comunistas del romanticismo y
utilizó Karl Marx para describir las aspiraciones de la Comuna, podría inducir
a error”. ¡Horror! El malvado Iglesias citó a Marx ¡anatema, anatema!
Toda la sarta de
descalificaciones, burlas, insidias y falacias que la prensa y los partidos de
la casta arrojan contra Podemos no es sino, y como bien se dijo en el Palacio de
Vista Alegre, el miedo de un sistema creado para hacer sobrevivir el franquismo
y la secta católica por una elite cuyo único propósito fue siempre el de vivir
de la política y a costa del pueblo y que tiene pánico a que la ciudadanía le
arrebate un poder que no merece pues es espurio e interesado.
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