miércoles, 1 de octubre de 2014

Legitimidad ¿Qué legitimidad?



Los catalanes partidarios del referéndum, una inmensa mayoría, consideran que el Tribunal Constitucional carece de legitimidad desde que rebajó el Estatuto Catalán tras sancionarlo los ciudadanos de esa nacionalidad país o región. Son muchos los ciudadanos, catalanes o de otros puntos del Estado, que, además, consideran que la composición del alto tribunal, presidido por un magistrado que antes acceder a tan alta magistratura fue militante del PP, le resta legitimidad, máxime cuando los fallos del TC, elaborados por magistrados mayoritariamente afines y elegidos por el partido de Gobierno, parecen responder a los deseos del Ejecutivo. El aval a la Reforma Laboral, que vulnera varios principios constitucionales hizo que numerosos juristas no entendiesen el fallo del TC, y son multitud los que piensan que si no carece de legitimidad, al menos, está bajo sospecha. 

El Gobierno del PP por su parte considera que el Gobierno de Artur Mas carece de legitimidad para convocar una consulta que considera referéndum, y por lo tanto imposible de celebrar en el marco legal de la Constitución. Sea como fuere la legitimidad democrática se pone en duda en las últimas semanas por parte de unos y otros, cuando esa legitimidad está viciada desde hace años. Concretamente desde hace treinta y cuatro, tiempo de existencia del actual régimen del 78. 

¿Se puede considerar legítimo un régimen surgido de una dictadura que no rindió cuentas a la muerte del dictador, que dejó en manos de la familia de este todo cuanto rapiñó al pueblo, y cuyo jefe de Estado, hasta hace pocos meses, fue designado precisamente por ese dictador? 

¿Qué legitimidad tiene una supuesta democracia en la que los criminales de la dictadura no rindieron cuentas de sus atrocidades, y aún en el presente se les rinde homenajes por parte de curas, militares, afines a esa dictadura y los cachorros del partido en el Gobierno alardean de su simpatía y respeto por esa infame dictadura? 

¿Cuenta con legitimidad un régimen, democracia o como se quiera llamar, que se rige por una Constitución redactada bajo la presión de milicos golpistas, cardenales reaccionarios y una oligarquía fascista? El Gobierno de Raxoi niega la posibilidad de reformar esa Constitución redactada bajo la presión de los poderes fácticos de una nunca acabada dictadura porque considera que es la única ley que tiene legitimidad en función de que la votaron una mayoría de españoles. De los que ya viven pocos, y en la actualidad son mayoría los que no la votaron porque no habían nacido. Y muchos de los que la votamos lo hicimos engañados, ahora sabemos que estafados por la palabrería e indignidad de políticos mendaces. 

¿Qué legitimidad invoca un Gobierno que no solo accedió al poder con prácticas ventajistas y un programa oculto y muchas mentiras, y que, además, de ser este un país democrático, tiempo haría que hubiesen dimitido a causa de los escándalos de financiación ilegal, dinero negro, cuentas en Suiza, sobresueldos y latrocinios varios, que, no nos engañemos, no fueron perpetrados a iniciativa de sus tesoreros, hoy día todos procesados por delitos económicos? 

¿Dónde está la legitimidad de un Estado que se dice democrático pero que condena a sus ciudadanos al silencio sobre todos los asuntos importantes que le afectan –como el cambio constitucional del 135, perpetrado a traición por PSOE y PP- permitiéndole tan solo votar cada cuatro años, y hacerlo a través de una ley electoral que tergiversa y retuerce la voluntad de los votantes, porque se elaboró con el fin de que se consolidase un sistema bipartidista que garantizase el ‘mas de lo mismo’ comicios a comicios?

No puede el Gobierno invocar legitimidad democrática alguna porque carece de ella, como escasea en el propio Estado y esa Constitución inamovible que se impone a una ciudadanía que en parte no la votó y otra parte la sancionó engañada. 

Legitimidad democrática habrá el día que se elabore una Constitución sin miedo ni chantajes para servir a los derechos de los ciudadanos y no de una clase dominante que impone sus reglas y evita que los votos reflejen de verdad la voluntad de todos los votantes, porque se contabilice cada uno de ellos sin proporciones ni trampas. Y cuando los políticos sirvan a los intereses de los ciudadanos y no a los suyos propios o los de la oligarquía. 

En tanto, en este Patio de Monipodio donde los políticos sirven a los banqueros, la Constitución a los intereses de los bancos alemanes, los votos de los ciudadanos se pierden en proporcionalidades injustificables y los fantasmas de la dictadura siguen sobrevolando leyes y tapando sus crímenes, no habrá ni legitimidad ni democracia. 

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