jueves, 16 de octubre de 2014

Tarjetas negras, desahucios por fondos buitres, malversación de lo público, represión. ¿Hasta cuándo tanto desmán?



Julia Rodríguez, ochenta años, en proceso de recuperación de un cáncer de mamá, y esperando una intervención de cadera y su hija Paloma, con un trastorno límite de la personalidad, serán desahuciadas de su casa, una antigua vivienda social, ahora propiedad del Fondo de Inversión Blackstone, un fondo buitre al que la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, vendió hace un tiempo, con el argumento de que los inquilinos, ‘solo cambiaban de casero’. 

Una falacia: las viviendas sociales, construidas con fondos públicos para personas con economía precaria, pasaron a ser materia de especulación para ese fondo buitre, al igual que otras 3000 viviendas del parque público del IVIMA –Instituto de la Vivienda de Madrid- que Botella pignoró con total desprecio para los ciudadanos. 
 
Julia, que recibe una pensión de seiscientos euros, y su hija, enferma y en paro, no pudieron hacer frente a la subida de alquiler impuesta por el fondo buitre al que Botella vendió el bloque de viviendas en el que habitaban, muy por debajo de su valor real. ¿Dónde estará el negocio llevado a cabo por la señora de Aznar con ese fondo buitre con el fue mucho más generosa que con los vecinos de ese bloque abocados al desahucio? ¿Nadie investigará ese asunto? ¿Puede un político disponer de ese modo de un bien público de fines sociales, impunemente?

Son preguntas inevitables, las provoca el estupor y la impotencia de ver el uso que de los bienes públicos están haciendo un grupo de políticos que violan las leyes y se ríen de una ciudadanía, a la que solamente dan respuesta con la represión. “España se constituye en Estado Social de Derecho’ dice la Constitución. También habla del derecho a una vivienda digna, al trabajo y a la libertad de opinión, manifestación e información. 

Aunque para algunos integrantes del Gobierno, como el ministro de AAEE, García Margallo, la Constitución ‘es papel mojado’. Lo único que le sirve a un Ejecutivo que llegó al poder por un golpe de Estado a través de las urnas, son los artículos que hacen referencia a la indivisibilidad de la patria. El resto, para este Gobierno de ultraliberales fascistoides, no tiene utilidad y conculcar la ley de leyes carece de importancia. 

Llegaron al Gobierno con el fin de apoderarse de todo, y lo están logrando. El caso de las tarjetas fantasma de Caja Madrid, una entidad cuyo rescate nos cuesta más de 22.000 millones de euros, es tan solo una gota de agua en el mar del latrocinio perpetrado por un sistema que se creo para que una casta de políticos, sin honradez ni decencia, se enriqueciese con lo que, se suponía, era de todos.

Venía lloviendo sobre mojado durante los treinta y cuatro años de pseudodemocracia y bipartidismo en el que ambos partidos indultaban a los corruptos del contrario en un compadreo infame, pero la llegada al poder del PP ha desbordado todos los límites. 

Sustentado por una mayoría absoluta lograda con trampas –desde el uso de dinero negro en las campañas electorales a la manipulación del voto de ancianos alzheimicos- falacias y la ocultación de sus propósitos, los integrantes del Gobierno del PP están protagonizando un saqueo a lo público, la destrucción del Estado del Bienestar y de los derechos civiles. 

Hoy, con su sola mayoría absoluta y el rechazo sonado de todos los grupos de oposición, organizaciones civiles y la mayoría de la población, el PP aprobaba la Ley Mordaza que, entre otras cosas, elimina el derecho a que los detenidos en manifestaciones sean juzgados y cuenten con defensa letrada, porque serán tan solo los policías los que detengan, juzguen el delito y acuerden la pena, en una práctica que no se llevaba a cabo ni en el franquismo, que hacía el paripé con los TOP.

En tanto el peso de la represión caerá sobre la ciudadanía que ose protestar por las decisiones de un Gobierno fascistoide y corrupto, cuyo presidente, Raxoi, igual que varios de sus ministros, cobró ilegales sobresueldos. Aquellos que saquean lo público cuentan con el beneplácito de los poderosos, los que se benefician de sus medidas y roban impunemente. 

En un país donde la brecha social se ha convertido en una sima, desaparecido las prestaciones sociales, la sanidad y la educación pública se evaporan entre la bruma de privatizaciones interesadas y los ricos son cada vez más ricos, el Ejecutivo se permite regalar miles de millones a bancos y grandes empresas, la Fiscalía pide más penas de cárcel para quienes participan en una huelga o una manifestación, al tiempo que al causante de cinco homicidios dolosos apenas quiere castigarlo con una pena que supone menos de un año por cada muerte, donde la policía puede apalear a periodistas, y, pese a las pruebas grabadas de su brutalidad es exculpada, donde el poder –político y económico- destruye el Estado y llama antisistema a quienes quieren mantenerlo, la ciudadanía se pregunta hasta cuánto se prolongará esta situación y por qué no existen Jueces que pidan cuentas.

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