martes, 14 de octubre de 2014

Jueces y Fiscales: Defensores de delincuentes, represores del pueblo.



El titular de este artículo no expresa sino el sentir general de la ciudadanía, ante las noticias que, referentes  la Justicia, encontramos cada día en los medios o en los informativos televisivos. La frase del ahora condenado por corrupción, el exalcalde de Jerez, Pedro Pacheco, que dijo hace años: ‘la Justicia es un cachondeo’ se queda muy corta para describir lo que piensa la mayoría de ciudadanos respecto a unos jueces y fiscales al servicio de un Gobierno y sus amigos que se ríen de las leyes, la decencia y la honradez, y que permite la impunidad de los poderosos, al tiempo que carga, con una dureza propia de una dictadura, contra el pueblo. 
 
“La Fiscalía pide 74 años de cárcel para los detenidos tras la manifestación que originó el 15M”, “La Fiscalía solicita cuatro años y medio de cárcel para la secretaria general de CCOO de Baleares, Katiana Vicens, por un delito contra los derechos de los trabajadores y otro de daños por, supuestamente haber roto la luna de un autobús”, “La Fiscalía solicita cuatro años de cárcel para el empresario responsable de las cinco muertes del Madrid Arena”, “El juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, rechaza imputar a los más de ochenta consejeros y directivos de Caja Madrid y Bankia”. Estos son algunos de los titulares de noticias relacionadas con la Justicia aparecidas en los medios estos días, mientras los árboles de la crisis del ébola, ocultaban un bosque de injusticias, prevaricaciones y desafueros insoportables. 

Algunas decisiones del Ministerio Fiscal y la judicatura  rayan en ocasiones el esperpento cuando se les pone entre ceja y ceja acabar a toda costa con algún personaje. La caza de brujas emprendida por la Fiscalía de Madrid, a cuyo frente está Manuel Moix, emprendió una persecución feroz contra el juez Elpidio José Silva. La separación de la carrera judicial –con el voto particular en contra del presidente del Tribunal- al condenarle a diecisiete años y medio de inhabilitación no pareció suficiente castigo contra el togado que metió en la cárcel por dos veces al responsable de la quiebra de Caja Madrid, de la emisión de preferentes y el uso y abuso de las tarjetas black, de las que no solo hizo uso desmedido, sino que utilizó para comprar voluntades, Miguel Blesa. 

La osadía de haber encarcelado al protegido de Aznar en particular, y del PP en general, tendría, a juicio del Ministerio Fiscal, pagarse con la misma moneda, la de la cárcel. Y como la inhabilitación no era el camino, utilizó, junto con la jueza Susana Polo, una causa absurda y con pocos indicios probatorios, la de la filtración de unos mensajes corporativos de Caja Madrid, que, a pesar de evidenciar la comisión de delitos, fueron considerados tanto por la Fiscalía como la judicatura como ‘privados’ y su difusión un delito que le atribuyeron al juez Silva.

Como existían pocos, por no decir ninguno, indicios que responsabilizaran al ya inhabilitado juez, tanto la Fiscalía como la jueza se agarraron a las esperpénticas declaraciones de una testigo a la que dieron estatus de protegida –el mismo que se da a testigos de actos terroristas, mafias y crimen organizado- con el cobro de cuatro mil euros a cargo de la Comunidad de Madrid –la misma que no tuvo dinero para construir un lugar donde mantener con vida al perro de Teresa Romero, Excalibur- en calidad de testigo en riesgo de sufrir agresiones. 

TP 1/14, que es como se designó a la testigo, declaró ante la policía y la Fiscalía que Elpidio José Silva había practicado con ella ‘exorcismos y magia negra’. La policía apenas dio credibilidad a tales declaraciones, en las que se aseguraba que Silva había filtrado los correos, y le culpaba de querer acabar con ella, sin más argumentos que los de que quería vengarse, tras haber sido amantes, para lo que había empleado sistemas tan risibles como la citada magia negra y los exorcismos, prácticas que en la Edad Media podían llevar a la hoguera a la gente, pero que, en el siglo XXI, sería de suponer que no tendrían que tener más tratamiento que el psiquiátrico. 

Mas el Fiscal Moix y la jueza Polo, deseosos de servir a Blesa, dieron por buenas las declaraciones de esa individua, a la que prometieron gestionar una vivienda protegida, además de proporcionarle más de setecientos euros mensuales para que pudiese vivir escondida, a salvo de las posibles agresiones de sicarios enviados por Silva, o de la peligrosa magia negra.  Ahora, tanto la Fiscalía como la jueza, se han visto obligadas a retirar la condición de testigo protegida a la misteriosa TP1/14, que parece haberse volatilizado. Con su desaparición, las intenciones de la Fiscalía de Madrid de condenar a Elpidio Silva a una pena de cárcel se evaporan.

Que la fiscalía tomase en cuenta el testimonio de una testigo tan poco fiable es una muestra de hasta qué punto la Justicia en este país anda desnortada, o, lo que es peor, sometida a los poderosos hasta el extremo de tomar en cuenta una absurda acusación de magia negra para perseguir a un juez que tuvo la valentía de plantar cara a un ya más que probado delincuente. Tan delincuente como protegido por los poderosos.
Es la misma protección que lleva a cabo un Ministerio Fiscal capaz de solicitar tan solo cuatro años de cárcel a quien, con su ambición e irresponsabilidad, fue uno de los responsables de la muerte de cuatro adolescentes en el Madrid Arena, cuando a la vez se muestra sañudo y vengativo con una sindicalista a la que pide la misma pena por haber roto el cristal de un autobús, dando la misma importancia a la propiedad de un bus privado que a la vida de cuatro jóvenes. 

Son los mismos jueces y fiscales que cierran los ojos a los casos de corrupción, que los dilatan para que prescriban y los poderosos queden impunes, los que, paralelamente, pretenden encarcelar por años al pueblo que se manifestó en contra de la podredumbre de un sistema que arruinó al país y a sus ciudadanos; que ha causado la muerte por desesperación de cientos de personas que se quitaron la vida al verse desahuciados, o que, por una decisión arbitraria, a causa de una ideología beata, pusieron en riesgo laboral a cientos de profesionales, y en riesgo de una epidemia mortal a millones de ciudadanos. 

La Fiscalía –dependiente jerárquicamente del Fiscal General del Estado, mamporrero del Gobierno que es quien le nombró- no actuará contra los corruptos, contra los gobernantes que, haciendo dejación de sus funciones, no protegieron a los ciudadanos de los abusos de los bancos o de los riesgos de una pandemia mortal, cerrará los ojos a cuanto abuso perpetren políticos y oligarcas, al tiempo que, como fieles esbirros de un poder filofascista, intentará que aquellos que tuvieron el valor de alzar la voz contra la podredumbre de un régimen de sátrapas abusadores y ladrones, paguen con su libertad la osadía. 

Y luego invocarán la democracia para justificar sus desmanes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario