Según una encuesta dada a conocer hoy en el
programa ‘Al rojo vivo’, de La Sexta, el PP ganaría las elecciones con un
porcentaje del 29%, seguido del PSOE con el 20% y Podemos consolidándose como
tercera fuerza política con el 17.6%, seguido de IU, con un 7.4%. Los
resultados confirman que este país es mayoritariamente de izquierdas, pero que
su fragmentación se estrella frente una derecha monolítica, la del PP, partido
al que votan desde los más reaccionarios de extrema derecha como los
nostálgicos del fascismo a un electorado conservador al que los agoreros
tremendistas de la caverna mediática consiguen asustar con sus pronósticos de
catástrofe si ganase las elecciones un partido de izquierdas.
Sumando los votos de PSOE, Podemos, IU y ERC,
según los datos de intención de voto aportados por el barómetro de La Sexta, el
resultado alcanza el 47,7%, casi la mitad del censo electoral, lo que demuestra
que los españoles son mayoritariamente de izquierdas, y que una gran coalición
de esos partidos tendría una mayoría absolutísima, mayor que la que tiene en el
presente el PP.
Aunque se plantea una dificultad ante esa perspectiva que
podría cambiar el rumbo de este país: El PSOE no se muestra como una opción de
izquierdas. A tenor de las declaraciones de su secretario general, Pedro
Sánchez, que el pasado miércoles prometió, ante directivos del Instituto de
Empresa Familiar, que su partido no pactará con Podemos una vez que se conozcan los resultados de las elecciones
autonómicas y municipales del próximo mes de mayo, esa posibilidad resulta
imposible. "Podemos no encaja en mi programa. No es que esté contra
ellos, pero es que plantean soluciones falsas a problemas reales. No podemos
pactar con los que amenazan el Estado del Bienestar", aseguró Sánchez.
Las declaraciones del secretario general del PSOE
que se basan, evidentemente en una falacia, al decir que Podemos pone en
peligro el Estado del Bienestar, cuando fue su propio partido primero, y más
tarde el PP, quienes prácticamente acabaron con él, sitúan al partido
socialista en la derecha dado que su discurso es, referente a Podemos, un calco
de el del PP; por mucho que algunos dirigentes de su partido, y un importante
número de militantes, vean con más simpatía antes una coalición con Podemos que
con el actual partido en el Gobierno.
Aunque el PSOE no podría pactar con el PP por
mucho que su actual líder se sienta más cercano ideológicamente a Raxoi que a
Pablo Iglesias. De hacerlo supondría el suicidio definitivo de un partido que
lleva naufragando años, desde que en 2010 Zapatero asumió los dictámenes de la
Troika y se sometió a las presiones de la oligarquía bancaria y empresarial.
Indudablemente las declaraciones de Sánchez
respecto a Podemos responden a su afán de tranquilizar a un empresariado
ultraconservador y esclavista que se siente muy cómodo con los recortes y
reforma laboral, medidas impuestas por el PP a favor de la oligarquía y en
contra de los derechos de los ciudadanos. La prensa recogió en su día que el
presidente del banco de Santander, Emilio Botín, expresó, unos días antes de su
fallecimiento, su preocupación por el ascenso de Podemos.
Es evidente que, de gobernar Podemos, la clase
empresarial tendría que adaptarse a una legislación menos permisiva con sus
atrocidades. La derogación de la Reforma Laboral, la auditoría de la deuda –Podemos
insiste en que nunca ha dicho que haya de dejar de pagar- y una reforma fiscal
progresiva, como dicta la Constitución, les privaría de los privilegios casi
feudales de los que goza en el presente la oligarquía.
La postura de Sánchez le pone en una situación de
enfrentamiento con los derechos de la ciudadanía al aceptar y comprometerse con
los deseos de la oligarquía, sometiéndose a los dictados de un poder que no es
democrático, como el que detenta en la actualidad una clase empresarial y
financiera, que decide cómo ha de legislarse en su beneficio y en contra de los
derechos y necesidades de la mayoría de la población.
Si el secretario general del PSOE sigue
manteniendo esas posiciones de enfrentamiento con Podemos y todo lo que
representa estará condenando a su partido a prácticamente la desaparición
porque su presencia se convertirá en innecesaria en el panorama político. Para
obedecer los deseos de la oligarquía ya está el PP, y si se niega a contribuir
a la consolidación de la izquierda en el poder, se podría pensar qué objeto
tiene su existencia.
La posición del PSOE podría cambiar el panorama
político de aceptar un pacto con la izquierda de Podemos y de IU, si ambos
partidos aceptaran el apoyo de esa formación, que es otra cuestión que está por
ver, pese a que el líder de Podemos, Pablo Iglesias manifestara que no está
cerrado a ninguna posibilidad y que todo dependería del programa.
Sin embargo, otras voces de la misma formación,
como Juan Carlos Monedero, se resisten a las coaliciones, incluso con IU, de la
que considera que igualmente forma parte de los partidos del régimen del 78,
que considera periclitado. Tampoco las bases se muestran entusiasmadas con
posibles coaliciones con IU, con lo que un pacto con el PSOE les debe parecer
un disparate.
Esas posturas pueden acabar siendo peligrosas para
Podemos, y sobre todo para una ciudadanía que aspira ansiosa a un cambio de
ideología en el poder, que permita recuperar el protagonismo que debe tener en
una democracia real y no en la actual plutocracia, donde quienes gobiernan en
realidad son las grandes fortunas, los empresarios y los banqueros.
Colocarse en posturas excesivamente puristas,
negándose a pactos de gobernabilidad pueden convertir a Podemos en un partido
similar al de Beppe Grillo en Italia, donde, tras entusiasmar a amplios
sectores de la ciudadanía, con su negativa a participar en el Gobierno, frustró
a muchos votantes y permitió la permanencia de la derecha económica en el
poder.
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