sábado, 13 de septiembre de 2014

Manipulación españolista en torno a la Diada y a la cadena de la V



La cadena de la V –de votar-, que ocupó ayer kilómetros de calles en Barcelona –un millón ochocientas mil personas calcularon algunos medios aunque la prensa oficial y españolista la redujese a menos de quinientas mil personas-, demostró que los catalanes están firmemente decididos a hacer saber su voluntad a través de las urnas, por mucho que desde la cerrilidad del centralismo nacionalista español se pretenda poner puertas al campo y mordazas a los catalanes.

Y lo hicieron de forma pacífica, sin un solo incidente, sin estridencias ni insultos. Como hacen los pueblos civilizados y democráticos, exigiendo sus derechos pacíficamente y con alegría.

A pesar del éxito de la convocatoria, que no frustraron las denuncias de corrupción sobre Jordi Pujol –hoy se confirmó que parte de ellas se fraguaron en Génova 13, a partir de las iniciativas de Jorge Moragas, sea o no cierta la participación del ex Molt Honorable en asuntos más o menos turbios-, la reacción del Gobierno ultranacionalista de Raxoi y sus empesebrados mediáticos fue la de minimizar la participación en la manifestación de la Diada hasta el ridículo. Los medios próximos al Gobierno de Raxoi, en lugar de tomar nota de las aspiraciones de los catalanes, como haría un gobierno democrático, dejaron traslucir veladas amenazas, como hizo el ABC, intimidando a Artur Mas con penas de cárcel si convoca el referéndum, o negando la alta participación en la manifestación de la V, como hizo la televisión supuestamente pública, contraponiendo, de forma patética, una reunión españolista celebrada en Tarragona, a la que acudieron cuatro gatos, por mucho que los cámaras de TVE intentaran hacer magia al pretender multiplicar enfoques como si los participantes fuesen una multitud. 

El Gobierno de España, y los partidos españolistas, PP, PSOE, UPyD, y Ciudadanos, intentan contarnos andróminas sin cuento y sin razón para justificar la prohibición del referéndum con el que los catalanes quieren expresar si quieren seguir formando parte de España o no. Resulta imposible entender la obcecada negativa del Gobierno y del partido mayoritario de la oposición, el PSOE, a que voten los catalanes y que, si lo desean, se independicen. Muchos ciudadanos, aun no siendo catalanes, pueden entender perfectamente que estos no quieren ser españoles. 

 ‘Mientras la burguesía madrileña de principios del siglo XX acudía en masa a corridas de toros, la barcelonesa lo hacía a la ópera’ decía un conocedor de la realidad cultural e histórica castellana y catalana de los albores del pasado siglo. Son distintos los catalanes a los españoles en intereses y sobre todo en lengua, perseguida y vilipendiada durante todo el siglo XX y aún ahora, con las salidas de un gobierno ultranacionalista español que quiere ‘españolizar a los niños catalanes’ como proclamó ese impresentable que ostenta la cartera de Educación, José Ignacio Wert. 

Los catalanes se han hartado de que se insulte su lengua, de que se manipule su historia y de que se pretenda imponer la cultura castellana, cosa que se viene haciendo en Catalunya desde 1714, cuando las tropas de Felipe V sometieron a los catalanes, privándoles de sus fueros y su idioma. La secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, que por mucho que sea Abogada del Estado desconoce la historia de este país de países, se atreve a afirmar que la unidad de España empezó a ser un sentimiento generalizado a partir del año 1100. Enorme falacia que se suma a la que viene repitiendo la caverna cuando habla de que España es una nación indivisible de mil años de historia, o cuando afirman que los Reyes Católicos sellaron la unidad del país, en otra mendaz afirmación, fruto de la mala voluntad o la incultura de quien hace tales afirmaciones. 

Aunque los historiadores, aún siendo conservadores, como Fernando García de Cortázar, autor de numerosa obra, y receptor de premios concedidos por organizaciones muy de derechas, con todo, afirmaba en una entrevista concedida al diario nada progresista ‘Ya’: yo creo que es a partir del siglo XIX cuando podemos hablar de nación española. Y lo hacía señalando: pienso que la idea de nación sólo se puede hablar después de Napoleón, y esto para mí no tiene ninguna duda desde el punto de vista de la ciencia política.

Hay que tener en cuenta cuenta que, pese al matrimonio de Fernando de Aragón con Isabel de Castilla, Aragón, que era Catalunya, aunque tras el matrimonio de Berenguer IV, Conde de Barcelona, con Petronila de Aragón los dos países pasaran a llamarse ‘Corona de Aragón’, ese reino y Castilla mantendrían sus propios fueros y Cortes, y no sería hasta la aciaga fecha de 1714 cuando los catalanes perderían sus derechos. 

Por mucho que manipule la derecha con falacias históricas, amenazas penales o blandiendo una Constitución que el Gobierno solo respeta para imponer la unidad territorial que no todos quieren, el pueblo catalán, sea o no un corrupto Jordi Pujol, quiere pronunciarse y muchos quieren, además, independizarse. Y por muchas falacias que cuenten, muchas amenazas que hagan, mucha Constitución que blandan, trescientos años de opresión pesan mucho para que un pueblo libre siga soportándola en silencio.

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