La cadena de la V –de votar-, que ocupó ayer
kilómetros de calles en Barcelona –un millón ochocientas mil personas
calcularon algunos medios aunque la prensa oficial y españolista la redujese a
menos de quinientas mil personas-, demostró que los catalanes están firmemente
decididos a hacer saber su voluntad a través de las urnas, por mucho que desde
la cerrilidad del centralismo nacionalista español se pretenda poner puertas al
campo y mordazas a los catalanes.
Y lo hicieron de forma pacífica, sin un solo incidente, sin estridencias ni insultos. Como hacen los pueblos civilizados y democráticos, exigiendo sus derechos pacíficamente y con alegría.
Y lo hicieron de forma pacífica, sin un solo incidente, sin estridencias ni insultos. Como hacen los pueblos civilizados y democráticos, exigiendo sus derechos pacíficamente y con alegría.
A pesar del éxito de la convocatoria, que no
frustraron las denuncias de corrupción sobre Jordi Pujol –hoy se confirmó que
parte de ellas se fraguaron en Génova 13, a partir de las iniciativas de Jorge
Moragas, sea o no cierta la participación del ex Molt Honorable en asuntos más
o menos turbios-, la reacción del Gobierno ultranacionalista de Raxoi y sus empesebrados
mediáticos fue la de minimizar la participación en la manifestación de la Diada
hasta el ridículo. Los medios próximos al Gobierno de Raxoi, en lugar de tomar
nota de las aspiraciones de los catalanes, como haría un gobierno democrático, dejaron
traslucir veladas amenazas, como hizo el ABC, intimidando a Artur Mas con penas
de cárcel si convoca el referéndum, o negando la alta participación en la
manifestación de la V, como hizo la televisión supuestamente pública, contraponiendo,
de forma patética, una reunión españolista celebrada en Tarragona, a la que
acudieron cuatro gatos, por mucho que los cámaras de TVE intentaran hacer magia
al pretender multiplicar enfoques como si los participantes fuesen una
multitud.
El Gobierno de España, y los partidos
españolistas, PP, PSOE, UPyD, y Ciudadanos, intentan contarnos andróminas sin
cuento y sin razón para justificar la prohibición del referéndum con el que los
catalanes quieren expresar si quieren seguir formando parte de España o no. Resulta
imposible entender la obcecada negativa del Gobierno y del partido mayoritario
de la oposición, el PSOE, a que voten los catalanes y que, si lo desean, se
independicen. Muchos ciudadanos, aun no siendo catalanes, pueden entender
perfectamente que estos no quieren ser españoles.
‘Mientras
la burguesía madrileña de principios del siglo XX acudía en masa a corridas de
toros, la barcelonesa lo hacía a la ópera’ decía un conocedor de la realidad
cultural e histórica castellana y catalana de los albores del pasado siglo. Son
distintos los catalanes a los españoles en intereses y sobre todo en lengua, perseguida
y vilipendiada durante todo el siglo XX y aún ahora, con las salidas de un
gobierno ultranacionalista español que quiere ‘españolizar a los niños
catalanes’ como proclamó ese impresentable que ostenta la cartera de Educación,
José Ignacio Wert.
Los catalanes se han hartado de que se insulte su
lengua, de que se manipule su historia y de que se pretenda imponer la cultura
castellana, cosa que se viene haciendo en Catalunya desde 1714, cuando las
tropas de Felipe V sometieron a los catalanes, privándoles de sus fueros y su
idioma. La secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, que por mucho que
sea Abogada del Estado desconoce la historia de este país de países, se atreve
a afirmar que la unidad de España empezó a ser un sentimiento generalizado a
partir del año 1100. Enorme falacia que se suma a la que viene repitiendo la
caverna cuando habla de que España es una nación indivisible de mil años de
historia, o cuando afirman que los Reyes Católicos sellaron la unidad del país,
en otra mendaz afirmación, fruto de la mala voluntad o la incultura de quien
hace tales afirmaciones.
Aunque los historiadores, aún siendo conservadores, como Fernando García de Cortázar, autor de numerosa obra, y receptor de premios concedidos por organizaciones muy de derechas, con todo, afirmaba en una entrevista concedida al diario nada progresista ‘Ya’: yo creo que es a partir del siglo XIX cuando podemos hablar de nación española. Y lo hacía señalando: pienso que la idea de nación sólo se puede hablar después de Napoleón, y esto para mí no tiene ninguna duda desde el punto de vista de la ciencia política.
Aunque los historiadores, aún siendo conservadores, como Fernando García de Cortázar, autor de numerosa obra, y receptor de premios concedidos por organizaciones muy de derechas, con todo, afirmaba en una entrevista concedida al diario nada progresista ‘Ya’: yo creo que es a partir del siglo XIX cuando podemos hablar de nación española. Y lo hacía señalando: pienso que la idea de nación sólo se puede hablar después de Napoleón, y esto para mí no tiene ninguna duda desde el punto de vista de la ciencia política.
Hay que tener en cuenta cuenta que, pese al matrimonio de Fernando de Aragón
con Isabel de Castilla, Aragón, que era Catalunya, aunque tras el matrimonio de
Berenguer IV, Conde de Barcelona, con Petronila de Aragón los dos países
pasaran a llamarse ‘Corona de Aragón’, ese reino y Castilla mantendrían sus
propios fueros y Cortes, y no sería hasta la aciaga fecha de 1714 cuando los
catalanes perderían sus derechos.
Por mucho que manipule la derecha con falacias
históricas, amenazas penales o blandiendo una Constitución que el Gobierno solo
respeta para imponer la unidad territorial que no todos quieren, el pueblo
catalán, sea o no un corrupto Jordi Pujol, quiere pronunciarse y muchos
quieren, además, independizarse. Y por muchas falacias que cuenten, muchas
amenazas que hagan, mucha Constitución que blandan, trescientos años de
opresión pesan mucho para que un pueblo libre siga soportándola en silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario