“Hemos
superado la crisis sin desgarros, sin desigualdad, sin poner en peligro el
Estado del Bienestar” afirmó Mariano Raxoi en su primera intervención del
debate del Estado de la Nación de Alicia en el País de las Maravillas. Y
cuántos, al oírle, habrán querido ser la reina de la novela de Lewis Caroll,
aquel antipático personaje que repetía reiteradamente “¡qué le corten la
cabeza!”
Dicen
los analistas, más o menos críticos
dentro de lo escasamente crítica que es la prensa de este país, que Raxoi no
hizo un discurso de debate del Estado de la Nación si no un mitin electoral.
Mas lo de Raxoi no ha sido ni eso, para definir las esencias del discurso de
Raxoi habría que acercarse a un psiquiatra o psicólogo clínico que pudiese
explicar los síntomas de quienes sufren de mitomanía convulsiva. Raxoi parecía
un mitómano hablando de un país inexistente, de una economía inventada, de unos
datos falseados. ¿Dirigidos a sus votantes, a las bancadas del PP? Desde luego
no a esa sociedad que sufre las consecuencias de los recortes y leyes injustas
que han dado lugar la pérdida de casi seiscientos mil puestos de trabajo desde
que llegó a La Moncloa, a la muerte de diez mil personas a causa de la pobreza
energética, a los padres de los tres millones y medio de niños con problemas de
nutrición, a los tres millones de parados sin prestaciones, a los familiares de
los cuatro mil muertos el pasado año por no contar con el Sovaldi, a los 32.000
desahuciados solo el pasado año, a los cerca de cien mil jóvenes obligados a
dejar la universidad por no poder asumir el coste de las altas tasas
académicas; en resumen a los millones de españoles que sufren las consecuencias
de un gobierno presidido por un mitómano sin empatía ni respeto por los
ciudadanos.
Por
mentir, perseveró en una mentira que lleva meses repitiendo: “España es el país
que más crece en la eurozona” Aunque los gráficos demuestran que hay siete
países que crecen más: Malta, Luxemburgo, Irlanda, Eslovenia, Estonia y
Lituania. Doce, entre los países europeos no pertenecientes al euro, y que
también superaron en crecimiento a España. Una andrómina más de un presidente
enfermo de mitomanía.
Un
mentiroso compulsivo que se atrevió a anunciar una Ley de Segunda oportunidad
–reclamada desde hace años por la PAH, por Podemos, incluso por la oposición parlamentaria con la boca pequeña-
que, en primer lugar, no hay tiempo para hacer porque la legislatura
prácticamente acabó hoy y, aunque saliese, lo haría como fraude, porque ya se
ocupó el ministro de economía, Luis de Guindos, de aclarar, para tranquilizar a
sus amigos banqueros, que no contemplará las deudas hipotecarias. Un mendaz que
anunció medidas de ayudas que hizo en el discurso de investidura, en los de los
debates del Estado de la Nación de 2012, 13 y 14 y que jamás se aplicarán.
La
mañana transcurrió en el Congreso escuchando las mentiras de un gobernante sin
sentido de la realidad, o un mentiroso compulsivo, que dibujó la imagen de un
país idílico tan solo para banqueros ladrones, empresarios defraudadores de
impuestos, un clero avaricioso y jueces comprados.
Ya
por la tarde tomó la palabra el líder de la oposición parlamentaria, la otra,
la de la calle, la mayoritaria de verdad, no pudo expresarse, lo hará ante los
medios o ante la gente, su gente, poniendo de manifiesto la distancia y el
divorcio que existe en este país entre la ciudadanía y un parlamento
anquilosado y alejado de los problemas del pueblo.
A
decir de algunos medios, el debate lo ganó Pedro Sánchez que tuvo frases
afortunadas y contundentes, y logró sacar de su casillas al casi siempre
templado, o pasota, Presidente Raxoi. "Precariedad, impuestos y
Bárcenas". Así definió Sánchez el mandato de Raxoi. No estuvo mal el
secretario general del PSOE en su discurso, bien es cierto que en el reino de
los ciegos el tuerto es rey, o en el reino de las falsedades quien dice la
verdad es mejor político. O merece más confianza. El discurso de Pedro Sánchez,
a momentos, incluso parecía el de un hombre de izquierdas. Lástima que ese
izquierdismo desaparezca de los presuntamente socialistas en cuanto llegan al
Gobierno, que no al poder, porque ese siempre está en manos de la oligarquía y
el clero. De lo que no hubo duda fue del berrinche que le dio a un desquiciado
Mariano Raxoi que espetó furioso a Pedro Sánchez “No vuelva aquí a decir o
hacer nada ¡ha sido patético!”. Lo patético, sin duda, fue su airada reacción.
Hubo
olvidos reseñables en el discurso de Sánchez, no recordó a los muertos de
Hepatitis C, aunque a sí a los jubilados, a los estudiantes, a los jóvenes que
se exilian… tampoco se olvidó de recordarle el rescate que Raxoi niega. Y sí se
olvidó de asuntos como el dinero que absorbe la iglesia a los ciudadanos.
Porque anunció que si gobierna derogará la Ley Mordaza, la Reforma Laboral o la
LOMCE, pero calló, una vez más, sobre un concordato que levanta ampollas en
millones de laicos. Ni aludió a las componendas de los gobiernos, también del
PSOE, para controlar a los jueces.
Los
partidos minoritarios, incluido UPyD, fueron mucho más contundentes en la
críticas a Raxoi de que lo que fue Pedro Sánchez, a pesar de ser el único en
exasperar al Presidente. Alberto Garzón, la promesa de IU, del que se esperaba
mucho, tuvo un discurso bastante plano, quizá por falta de experiencia, de
carácter o nervio. Fue una pena que no
estuviese en ese Debate el verdadero líder de la oposición, Pablo Iglesias.
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