domingo, 1 de febrero de 2015

31E: Y se llenaron las calles de ilusión y de alegría.


                                                                              Foto de Maria Paz

Padres con niños pequeños, jóvenes sonrientes, jubilados –los llamados iaioflautas despreciativamente por la derecha- con la ilusión recuperada llenaron las calles de Madrid ayer, en una de las manifestaciones más grandes de los últimos tiempos. Era la voz del pueblo que salía, pacífica y esperanzada, a decir “¡aquí estamos!, y queremos recuperar la dignidad y nuestro país”. Universitarios y amas de casa, trabajadores manuales y de los que otro Pablo Iglesias, el fundador del PSOE, llamaba ‘obreros con corbata’. Ese otro Pablo Iglesias –Posse- que, de vivir ahora, hubiese salido a la calle a gritar “¡¡Podemos!!” frente a un bipartidismo enquistado en el poder, sometido a la oligarquía, a los intereses financieros y de espaldas a la ciudadanía. 
 
La manifestación del sábado, que derecha y PSOE –perdón por la redundancia- quisieron minimizar, y aun descalificar. con el estúpido argumento de que era una manifestación sin sentido, porque no reclamaba nada, constituyó la constatación de que son muchos los ciudadanos cansados de un sistema injusto, de desigualdades y abusos, de corrupción y sometimiento a poderes ajenos al pueblo. El 31E constituye un antes y un después en la política nacional. Podemos nació como respuesta a los indignados y cansados de un estado de cosas que comenzaba a ser insoportables en 2011, y que devino en insufrible, con la llegada al poder del PP. 

Dijeron los políticos profesionales, esos a los que tanto molesta que se les llame ‘casta’, aunque se consideran los únicos legitimados para hacer política, que en lugar de clamar en las calles lo que tenían que hacer era entrar en los cauces de la política. Y alguien tomó nota y nació Podemos. Ahora, quienes recomendaban a los que clamaban en espacios públicos, su único parlamento, contra medidas lesivas e injustas, se presentan como alternativa para el cambio, se sienten horrorizados y desbordados por la presencia en la vida pública de quienes siguieron su consejo. Hubieran querido, como mucho, que media docena de aquellos que se quejaban de las injusticias, protestaban por los desahucios, el paro o la corrupción, se integraran en sus partidos; ellos sabrían ‘domesticarlos’ y hacerlos andar por la vereda de sus intereses. 

Pero unos jóvenes, con una preparación de la que carecen los políticos profesionales, aceptaron el reto, recogieron el guante de la bravata de los políticos profesionales, de esos tribunos que se consideran los únicos autorizados para expresar lo que ellos dicen la voz del pueblo, y que no es sino la voz que ellos imponen al pueblo, crearon un partido político: Podemos. 

Así, Podemos se ha constituido en la formación que recoge las ansias de libertad y dignidad de los ciudadanos, formado por gente comprometida a trabajar por las necesidades de la ciudadanía y no por las necesidades de la oligarquía. Un partido nutrido de gente de la calle que quiere asegurar la dignidad, la salud y la educación del pueblo, frente a quienes, como se está viendo prístinamente claro desde que estalló una crisis creada por el más depredador capitalismo neocón, solo aspiraron a asegurar que los más ricos medrasen aún más a base de expoliar a la ciudadanía, dejar a los trabajadores sin derechos, a los enfermos sin médicos ni medicamentos y a los niños sin educación y casi sin pan.  

La gente de la calle, la que llenó el sábado el centro de Madrid, está cansada y defraudada por los partidos clásicos que llevan años mintiendo a los ciudadanos, robando al pueblo, encastillados en la torre de marfil de unas instituciones que secuestró desde la mal llamada transición, ese invento del franquismo para sobrevivirse a sí mismo y que tan bien le salió, engañando a todos con políticos que, al cabo de los años, dieron su verdadera cara, como sucede con Felipe González, muestra evidente de que aquel PSOE, en el que tantos creyeron, no era sino un bluf ideológico.  
La casta -y la prensa a su servicio- descalifica y minimiza, miente y difama, asustada ante la perspectiva de que el pueblo tome un protagonismo negado durante los casi cuarenta años de pseudemocracia, en los que su única participación fue  la de ser testigo mudo de sus decisiones, y depositar, cada cuatro años, una papeleta en una urna para que gobernase una de las dos caras de la misma moneda, al servicio de especuladores y oligarcas. 

Obsesionados por no perder un poder que ilegítimamente llevan arrogándose durante decenios, como los dueños únicos del país, la derecha reprochó que no hubiera en las manifestaciones banderas ‘nacionales’, cuando lo que querían expresar es que no había banderas ‘naZionales’, esa que siempre representó para la mayoría del pueblo la bandera del régimen fascista del general Franco, y que los ‘demócratas’ de la transición quisieron legitimar cambiando un pajarraco por un escudo, a pesar de que representa lo mismo que representó la bandera franquista. ¡Claro que hubo banderas españolas en la manifestación!, la tricolor de la República, la bandera de la democracia de un país que se estima a sí mismo y se respeta más allá de una monarquía impuesta por un dictador asesino y unos políticos que lo venden al mejor postor en su propio beneficio. Esos que, ciegos a los problemas de la gente dicen que quienes salieron a la calle son tristes, y aunque ayer sonriesen, tienen sobrados motivos para la tristeza, aunque no para el desánimo. 

Tristes porque hay 12 millones de personas empobrecidas, casi seis millones de parados, dos millones y medio de niños con problemas de nutrición y quienes trabajan cobran sueldos miserables. Tristes por los que perdieron sus casas a manos de la codicia de los bancos, y por los ancianos que pueden medicarse porque tras una vida trabajando apenas les llega la pensión, porque las cajas estafaron sus ahorros de toda una vida y ahora no tienen ni para lo más necesario. 

Dice Raxoi que quienes siguen a Podemos son tristes, y que él representa la alegría, la de los ladrones que se regocijan con su botín, debe ser. Y desde el PSOE, en uno de esos alardes de imaginación que caracteriza a sus dirigentes, explotaron indignados ante el éxito de la manifestación, tildando a los dirigentes de Podemos de ‘charlatanes, curanderos y vendedores de crecepelo’ sin reparar en que estaban haciendo un perfecto retrato de quien destruyó el socialismo español durante la transición. 

 Pudimos, Podemos y podremos.

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