El pueblo griego, en la Plaza Sintagma mostrando su apoyo al Gobierno de Syriza |
Cuando
estalló la crisis económica en 2008, economistas, filósofos, politólogos,
periodistas y gente de la calle no hacía más que preguntarse qué había pasado
para que un mundo que parecía caminar hacia la justicia social, la igualdad y
un bienestar social cada día más extenso en los países europeos, saltase por
los aires. Cuatro años después se puede asegurar que la crisis la crearon
quienes se han beneficiado de ella, los organismos de control del dinero,
quienes impusieron draconianas y nuevas relaciones entre trabajadores y
patronos, quienes se enriquecieron exponencialmente en tanto la masa social
europea se empobrecía hasta llegar a parecerse a los indigentes de la época
victoriana, al recibir del poder el mismo trato de estos; la idea de que para
salir de la miseria es preciso esforzarse personalmente sin buscar el amparo de
subsidios del Estado. En suma, la imposición del capitalismo salvaje que se
hizo fuerte tras la caída del muro de Berlín.
Ayer
mismo, el presidente del Gobierno, Mariano Raxoi, se regocijaba de esa caída a
la hora de atacar a Podemos, del que dijo ‘defiende unas ideas que
desaparecieron con la caída del Muro, afortunadamente’. Palabras muy
ilustrativas que muestran por donde orientan sus políticas los que aún se
consideran dueños del poder y del dinero, para los que la victoria de Syriza
supuso un sobresalto y enfrenta con la posibilidad de que los pueblos europeos
reaccionen a unas políticas injustas, impuestas por organismos que solo buscan
favorecer el capitalismo más salvaje.
Mas
como nada es eterno, los pueblos ahogados por unas deudas que crearon en todas
partes delincuentes de guante blanco, han comenzado a reaccionar. Primero en
Grecia, pero pronto sucederá en España, a tenor de los resultados de las
encuestas que pronostican que Podemos ganará las elecciones. De momento, los
gobernantes de Italia y Francia se muestran más proclives a las ideas que propugna
el nuevo gobierno griego, en contra de la posición de austeridad en la que se
enroca la canciller alemana Ángela Merkel. El único país que se muestra beligerantemente
contrario a las propuestas griegas, además de Alemania, es España, cuyos
dirigentes del PP claman que no están dispuestos a rebajar ni un euro a los 26.000
millones que aportó al rescate griego. Una cantidad ridícula si se compara con
los 169.000 millones que el Gobierno regala a la Conferencia Episcopal
católica.
En
una de sus primeras declaraciones, el ministro de Economía griego Yanis
Varufakis, manifestó que no reconocía la autoridad de la Troika –formada por el
FMI, BCE y CE- porque consideró que tal organismo “no tiene razón de existir,
incluso desde la perspectiva del Parlamento Europeo". El Gobierno de
Syriza, presidido por Alexis Tsipras, ganó las elecciones con un programa que
prometía al pueblo griego no someterse a las políticas de austeridad dictadas
por los organismos de la UE, no pagar la deuda y restituir derechos robados a
los ciudadanos. Sus primeras medidas consistieron en subir el salario mínimo,
paralizar las privatizaciones que impuso la UE, acabar con la pobreza energética
de miles de familias y readmitir a los funcionarios expulsados por las
imposiciones de Troika.
La
reacción de la UE y de la Troika no tardaron en llegar, advirtiendo al
Ejecutivo de Syriza de que fuera cual fuera su programa, estaba obligado a
asumir los compromisos que adquirieron sus antecesores y tendrá que pagar la
deuda, sin quitas ni demoras, o dejará de ayudar económicamente al país heleno,
sumiéndole en una miseria aún mayor que la que impusieron hasta el presente.
Tras declaraciones tensas y posturas encontradas, uno de los organismos de la
nefasta Troika, el BCE, tomaba, el pasado día cuatro, una medida draconiana
contra Grecia para estrechar un poco más la soga en el cuello de su economía al
decidir no aceptar el bono griego en operaciones de refinanciación. De ese modo
eliminaba la exención que permitía a los bancos griegos usar la deuda helena
como garantía, lo que supondrá que los bancos griegos, aunque seguirán teniendo
acceso a los fondos del BCE a través del programa de préstamos de emergencia,
el riesgo recaerá en el Banco Central griego y los préstamos sufrirán tipos de
interés elevadísimos.
Cabe
preguntarse si detrás de los grandes organismos europeos que imponen la
austeridad, el BCE, el FMI y la UE no habrá elementos parecidos a Blesa, Barcoj
o Rato -expresidente del FMI del que nunca se supo las verdaderas razones de su
súbita e inexplicada salida-. Aunque Rato no es el único presidente director de
ese organismo que carece del marchamo de respetabilidad y honradez. En estos
días un tribunal francés juzga a su sucesor, Dominique Strauss-Kahn, acusado de
tener a su servicio una red de prostitutas con las que organizaba brutales
orgías violentas y por desvío de fondos. Strauss-Kahn tuvo que dimitir como
presidente del FMI cuando una camarera del hotel donde se alojaba en USA lo
acusó de intento de violación.
Tampoco
su sucesora, Cristine Lagarde tiene su
biografía política inmaculada. Lagarde, ministra de Economía con Sarkozy, está
siendo investigada por su papel en un arbitraje
valorado en 403 millones de euros en favor del empresario Bernard Tapie que no
cumplió con las condiciones de transparencia y equidad exigidas por la
legislación francesa. Los jueces galos ven en la concesión del arbitraje a
Tapie un acto de favoritismo.
Del
presidente del BCE, Mario Draghi, cuyas decisiones en la presidencia del
organismo vienen siendo de un insufrible seguidismo de lo que impone Merkel o
su ministro de economía, Wolfgang Schäuble, no puede decirse que esté, de
momento, ligado a ningún escándalo. Aunque no se puede pasar por alto dos datos
biográficos de ese personaje, uno de los depredadores del Estado del Bienestar:
primero, en su país, donde fue, entre otros cargos, Presidente del Comité de
Privatizaciones, durante un periodo en el que Italia estaba sacudida por graves
escándalos de corrupción. Draghi llegó a la conclusión de que el riesgo era
inherente a un sistema en el cual el Estado desempeñaba un papel relevante como
empresario, por lo que se posicionó a favor de las privatizaciones como
solución permanente. El actual presidente del BCE ostentó también la vicepresidencia
de Goldman Sachs en Europa, una banca que se situó en el epicentro de origen de
la crisis.
El
mosaico de elementos de dudosa ética al frente del pandemónium económico de la
UE lo completa el Presidente del Consejo europeo, el luxemburgués Jean Claude
Junker, responsable, cuando era ministro de Finanzas de su país, de que más de
300 multinacionales como Pepsi, Ikea o Amazon firmaron acuerdos fiscales
secretos con el Gobierno de Luxemburgo para evadir impuestos. Esa operación, de
dudosa legalidad, fue desvelada por el Consorcio Nacional de Periodistas de
Investigación que la hizo pública en su página web. Desde entonces la izquierda
europea pretende que se abra una investigación sobre Juncker, aunque, de
momento, los acuerdos entre los populares y socialdemócratas –o socialiberales
si nos ajustamos a la realidad- han frenado los intentos de creación de tal
comisión.
Con
esos personajes presidiendo los organismos europeos que controlan la política
económica en la UE cabe pensar si no harían como hicieron en su día esos
grandes santones de la economía nacional, como Rato -del que la derecha decía
era el mejor ministro de economía en la historia de la pseudomocracia y que,
tal como se va desvelando, en realidad era un delincuente de guante blanco-,
hacer un uso indebido del dinero de todos y que ahora se resisten ferozmente a
medidas que dejen de ahogar a Grecia o España, si llega a gobernar Podemos.
De
momento cabe preguntarse si el Gobierno de Syriza podrá poner las bases del fin
de capitalismo salvaje en el seno de la UE.
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