“Hasta
siete años podrían caerle a cada dirigente de los diferentes partidos de
izquierda que se están preparando para concurrir a las próximas elecciones y
que, según el juez encargado de la instrucción, podrían estar fingiendo que son
imbéciles para beneficiar de esta manera al Partido Popular y otras formaciones
conservadoras y de derechas. “Hacerte el imbécil es peor que serlo”, dice en el
auto. La sospechosa fragmentación de la izquierda frente a la impecable unión
en formación de tortuga con la que marcha todo el espectro de la derecha a
través del Partido Popular, flanqueado por el PSOE, es otro de los motivos de
esta inesperada imputación. La investigación intentará también descubrir si los
bancos y las empresas eléctricas pudieran estar pagando a todos esos imbéciles
a través de algún mecanismo ilegal que la policía todavía no ha averiguado y
cuyo montante podría ascender a dieciocho euros por cabeza. Por su parte, el
líder de los socialistas, Pedro Sánchez, lamenta que la justicia española no
considere de izquierdas a su partido y le prive de estar imputado junto con las
demás formaciones. “Somos igual de imbéciles o más”, ha declarado Sánchez”
El
párrafo anterior aparecía ayer en la página Iniciativa Debate, sin firma y con
no poca retranca, para poner en evidencia una dolorosa y peligrosa realidad:
que la desunión de la izquierda a quién beneficia es a la oligarquía y a la
derecha. Y es que un día antes se había conocido la dimisión de la candidata a
presidir la Comunidad de Madrid, Tania Sánchez, por diferencias insalvables con
su partido, IU. Hoy, Diego Cañamero, secretario general del SAT –Sindicato
Andaluz de Trabajadores- y de la CUP -Candidatura Unitaria de Trabajadores-,
anunciaba el abandono de la formación que lidera Cayo Lara para ratificar la
participación de los miembros de esa formación en la candidatura de Teresa
Rodríguez –Podemos- a la Junta de Andalucía. Al tiempo, el PC, partido fuerte
de la coalición, anunciaba igualmente su rompimiento con IU para integrarse en
Ganemos. De ese modo IU se rompe en Madrid y Andalucía en el camino hacia las
elecciones municipales y autonómicas. Y veremos en cuantos más lugares…
No
es un fenómeno nuevo, a lo largo de la historia de esta pseudodemocracia, la
izquierda siempre anduvo a la greña, mientras que la derecha, invariablemente,
representó una monolítica unión. Bajo la bandera del PP se cobijan desde los
más extremistas ultraderechistas a los más modernos neoliberales. Sin embargo,
la izquierda, desde que se tienen memoria histórica de su existencia, jamás se
presentó sin fisuras ante el electorado, perjudicando, sobre todo, a una
ciudadanía que eternamente se vio obligada a atomizar su voto en busca del
partido que más se acercase a sus ideas o intereses, en tanto la gente de
derechas nunca tuvo ese problema: toda ella sabe que su opción es el PP.
Mas
como en los últimos tiempos las cosas están cambiando, ante todo porque el
pueblo está cansado del viejo sistema bipartidista con algunas adendas
políticas, como IU –que nació para aglutinar una serie de formaciones de
izquierdas en torno a la oposición a la entrada de España en la OTAN y se
conformó con la participación del Partido Comunista de España, el Partit
Socialista Unificat de Catalunya, el Partido de Acción Socialista, Izquierda
Republicana, Federación Progresista, el Partido Humanista y el Partido
Carlista. A estos partidos se les unirían, para fundar Izquierda Unida, el
Partido Comunista de los Pueblos de España y el Colectivo de Unidad de los
Trabajadores-Bloque Andaluz de Izquierdas, y algunos independientes- porque los
partidos tradicionales, más que como solución, son vistos como problemas.
En
2014, ante el agotamiento, inoperancia, laxitud y hasta estolidez de los
partidos presentes en la vida parlamentaria, distante de los ciudadanos e
inservibles para solucionar los muchos problemas de la gente de la calle,
surgen primero Podemos, y más tarde, de cara la celebración de las elecciones
municipales, Guanyem Barcelona, movimiento que se extiende por todo el país con
la voluntad de aglutinar fuerzas para desalojar del poder a unos políticos
inútiles en su totalidad y corruptos en gran mayoría.
El
primer Guanyem se articula en torno a la idea de un proceso de construcción
colectiva que promueve la exdirigente de la PAH, Ada Colau. El movimiento y la
idea echan raíces en todo el país y aumenta con fuerza cuando Podemos anuncia
que no se presentará con listas propias, sino que se integrará en las
candidaturas de movimientos populares como Guanyen o similares formaciones.
Es
entonces cuando IU, liderada por Alberto Garzón, se inclina a que la colación
se sume al proyecto de candidatura unitaria de movimientos ciudadanos y Podemos,
como exponente de otra forma de hacer política al servicio de los ciudadanos y
alejados de los partidos institucionalizados que tan distantes se muestran de
los intereses del pueblo.
Mas
una vez más a lo largo de la historia del movimiento obrero, de los partidos de
izquierdas, los personalismos, el egoísmo o la estolidez de sus dirigentes lo
hacen imposible. Es difícil discernir el porqué del obcecamiento en mantener
posturas distintas, aun a pesar de que los objetivos sean los mismos. Cuesta trabajo
entender cómo, ignorando la perentoria necesidad de un cambio radical en la
política del país - en el presente en poder de una clase dirigente al servicio
de los intereses económicos de la oligarquía y enfangada en la corrupción-, los
partidos de izquierdas y los movimientos ciudadanos no se constituyen en una
opción unívoca en lugar de andar a la greña entre ellos, propiciando el triunfo
de la derecha.
Cuando
se contempla el resultado de las encuestas, e incluso los de las elecciones
generales, una tras otra, se constata con facilidad que el espectro de
electores de izquierdas supone muchos cientos de miles de votos más de
izquierdas que de derechas. Sin embargo, la estúpida atomización de las izquierdas,
frente a la monolítica derecha, propicia siempre que sea esta la que se
enquista en el poder.
Y
es algo, tal como está la situación en este país, que no puede permitirse,
porque es el futuro de los ciudadanos lo que está en juego, interés muy por
encima de los obtusos personalismos de liderazgo de quienes no tienen ningún
derecho a jugar con el bienestar de todo un pueblo por sus estultos intereses.
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